Gisèle Pelicot, que durante una década fue drogada por su marido y sometida a abusos por decenas de hombres, se ha dirigido este martes por última vez al tribunal que los juzga, donde ha asegurado que los argumentos dados por los abogados de la defensa han convertido el proceso en el “juicio de la cobardía”.
“Con todo lo que he escuchado en esta sala, este es el juicio de la cobardía”, ha asegurado tras escuchar el testimonio del último de los 51 acusados presentes en la sala del tribunal de Vaucluse. La mayoría de ellos han dicho haber sido coaccionados o drogados ellos mismos en el momento en que se produjeron las violaciones.
El testimonio final de Gisèle Pelicot en Francia
“Admito que desde el inicio de este tribunal he escuchado muchas cosas inaceptables. Sabía que me iba a exponer. Reconozco la fatiga que esto me ha hecho sentir”, ha aseverado Pelicot antes de sostener que “es el momento de que la sociedad del macho cambie su perspectiva patriarcal sobre la violación”, según informaciones de la cadena francesa BFM TV.
En este sentido, lamentó que muchos de los acusados hayan negado lo sucedido. “Tengo muchos problemas con este tipo de banalidad. ¿En qué momento te di mi consentimiento? ¿En qué momento te diste cuenta, viendo mi cuerpo inerte? ¿En qué momento decides no ir a la policía”, ha recalcado.
La propia Pelicot ha sido interrogada sobre diversas cuestiones relacionadas con la relación que mantenía con su marido, Dominique Pelicot, un asunto sobre el que ha dicho haber perdido 50 años de su vida. Así, ha descartado haber sido “controlada” o “manipulada” durante ese periodo de tiempo. “¿Creéis que voy a estar 50 años con una persona que me manipulaba? Absolutamente nada me hizo pensar lo que estaba pasando”, ha lamentado.
“He perdido diez años de mi vida que nunca volverán, nunca, y esta cicatriz nunca sanará”, ha subrayado Pelicot, que siempre ha defendido que quería exponer el juicio y a los acusados con el objetivo de ayudar a otras víctimas de sumisión química y abusos y ha utilizado su propio caso para recalcar de nuevo que la amenaza puede estar dentro de casa.