México es un país privilegiado, pues posee una gran extensión oceánica, alcanzado un área de más de tres millones de kilómetros cuadrados, es decir, es más extensa que la parte continental, afirma la doctora Sharon Herzka Llona, jefa del Departamento de Oceanografía Biológica del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE).
"Los océanos son parte de la biósfera. Sustentan una gran biodiversidad y juegan un papel importantísimo en modular el funcionamiento de todo el planeta. En particular, tienen un papel muy importante al tener la capacidad de captar el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera", expresó la investigadora en entrevista con la Agencia Informativa Conacyt.
El océano tiene la capacidad de captar una gran cantidad de estas emisiones; sin embargo, lo que alarma a los científicos son las consecuencias de la incorporación del carbono al océano, pues tiene repercusiones al causar la acidificación del agua, lo que ocasiona la degradación de ciertos ecosistemas, como los arrecifes coralinos, y causa problemas a diversos organismos que tienen estructuras calcáreas, ya que estas se disuelven.
Además, el calentamiento que se ha documentado como consecuencia de los aportes del dióxido de carbono calientan la superficie del océano y modifican los patrones de circulación, lo cual a su vez influye sobre el clima global.
¿De qué se contaminan los mares?
El plástico es uno de los grandes contaminantes de los sistemas marinos. Herzka Llona dijo que según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), se estima que cada año se introducen en los océanos unos ocho millones de toneladas de plásticos, lo cual es equivalente a 20 mil aviones Boeing 747.
No todos los desechos plásticos que llegan al océano son grandes como las bolsas, vasos o envoltorios, sino que también hay pedazos muy pequeños, que se conocen como microplásticos. Estos se encuentran en productos como cosméticos, artículos de limpieza, y son resultado de diversos procesos industriales, y también se producen al fragmentarse los productos más grandes.
Los microplásticos son comidos por la fauna marina y pueden producir la interrupción de las cadenas alimentarias, provocar la muerte de los animales que los confunden con alimento y tener efectos fisiológicos negativos ya que contienen productos químicos tóxicos.
"Los procesos de circulación oceánica llevan a que se acumule el plástico en ciertas regiones del mar y hay zonas en donde estamos viendo grandes cantidades de plástico (…) Se ha encontrado plástico en las zonas más profundas del océano, específicamente en la fosa de las Marianas, un cañón submarino de once kilómetros de profundidad", resaltó.
Conocer para remediar
Para reducir el impacto en los océanos, dijo la investigadora, es necesario implementar monitoreos continuos de los mares a diferentes escalas, es decir, vigilar las costas y las zonas más profundas, e identificar aquellas actividades humanas que tienden a afectar una zona en particular y caracterizar el nivel de impacto. A partir de la información generada del monitoreo y evaluación de impactos, se pueden tomar decisiones para el manejo y conservación de los ecosistemas marinos con base en información científica sólida.
Asimismo, agregó que es vital el diseño de políticas públicas para aminorar el impacto negativo de las actividades humanas en los océanos. Un ejemplo de ello es la restricción en el uso de plásticos con el fin de generar una cantidad menor de desechos, así como incentivar a la sociedad a reciclar y utilizar productos biodegradables.
"Hay una serie de cosas que podemos hacer de una manera relativamente fácil, como por ejemplo incentivar a que la gente en lugar de utilizar 15 bolsas cada que va al supermercado, lleve bolsas que se puedan reutilizar, o prohibir el uso de popotes. Son cosas relativamente sencillas, pero si no se tiene una política pública, que además vaya acompañada de un proceso en que se supervise su cumplimiento, no podremos disminuir estos impactos".
De acuerdo con la investigadora, el reto es diseñar estrategias y aplicar políticas públicas enfocadas en el monitoreo, conservación y manejo que permitan mantener la salud de los sistemas marinos.
Desde 2009, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó el 8 de junio como el Día Mundial de los Océanos para concientizar sobre la importancia que tienen los océanos en el equilibrio de la vida de todo el mundo.
Bajo el lema 'Limpiemos nuestros océanos', este año se busca crear conciencia sobre la grave contaminación por plástico que ha generado la actividad humana, así como buscar soluciones para tener océanos más limpios, pues de ellos obtenemos la mayoría del oxígeno que respiramos, además de que se puede aprovechar para la pesca, el turismo y el transporte.