“Lo peor que he pasado en mi vida fue anoche con el frío y con la migra”, cuenta Brenda mientras se cubre la cara con la mano.
La señora guatemalteca lleva 10 días en México en su intento por llegar a Estados Unidos, y nunca había sufrido tanto como la noche del domingo.
“Nos persiguieron y aparte aguantamos un frío como nunca en mi vida. Yo sentí que mis pies estaban así”, relata mientras engarrota las manos. “Eran un pedazo de hielo”.
Esa noche Brenda la pasó en “El basurero”, un monte a 40 minutos caminando del centro de Huehuetoca, Estado de México, por donde pasa La Bestia, como llaman al tren que llega a Torreón, Coahuila, y donde se rumora que para el ferrocarril.
Para llegar al lugar hay que seguir las vías del tren. El camino lo van marcando los migrantes que van y vienen. Cargados con cobijas, garrafones de agua y hasta bolsas llenas de bolillos.
Algunos siguen buscando su sueño de llegar al norte en tren, y otros que no pueden esperar a regresar y buscar una nueva vía.
Grupos de viajantes se reúnen en los árboles que crecen de vez en cuando. Al fondo, se ve el monte de basura y las máquinas que le dieron el apodo al lugar.
Al lado del camino hay una camioneta pick up que parece abandonada. En la parte trasera está llena de aguas, comida y refrescos. Estos últimos se los venden en 25 pesos cuando normalmente cuestan 18.
Hay personas de todas las edades. Hombres, mujeres, niños. De todo. También se escuchan acentos diferentes, y nombres que parecen extraños. “Toma, Sansón. Ya no te voy a poner más mayonesa”, le dice una venezolana a su hijo mientras le da un pedazo de bolillo.
Ahí Robinson se refugia del fuerte Sol mientras narra que los periodistas se han convertido en sus aliados.
“Cuando llegan los periodistas, ellos (los agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) y de la Guardia Nacional) se retiran”, afirma.
Enojado con la situación, sigue contando lo que las autoridades mexicanas le están haciendo pasar.
“El viernes cogieron a un pelado entre 10 y le dieron una (golpiza) y después se lo llevaron. Ayer también se llevaron a otro muchacho”. Y agrega que “no se sabe a dónde los llevan”.
Robinson lleva tres días esperando para subir a un tren. Duermen en el pasto con unas cuantas hojas que los separan de la tierra. Cuando pasa el tren se despiertan por las noches, para intentar subir. Si no lo logran, se vuelven a dormir.
Y este no es su único problema. El señor colombiano explica que la noche anterior intentaron subir a siete trenes. Ninguno pasó, por el contrario “pasaron muy duro”, para evitar que subieran.
Y la espera no es todo. El frío por las noche los carcome, pero no tienen opción. “En el pueblo, una cobija cuesta 100 pesos, y un pans (sic) de hombres 80 y de mujer 150″.
A Huehuetoca han llegado cada vez más viajeros. Entre enero y julio de 2023, el INM registró la presencia de 4 mil 531 migrantes irregulares en la Ciudad de México. En el Estado de México, 3 mil 171. Tan sólo en Huehuetoca, se registraron 110.
Claro que es imposible saber cuántos son. En el centro, en frente del Palacio Municipal, había alrededor de 40 migrantes. En el basurero, serían unos 15. “Por la noche llegan más”, dicen. “La gente se esconde en el monte, y ya por la noche llegan”, confiesan. “Venimos cortos de plata. Ya es la única opción”.