De acuerdo con la norma contable NIF A5: “Un activo es un recurso controlado por una entidad, identificado, cuantificado en términos monetarios, del que se esperan fundadamente beneficios económicos futuros …”
En la medida que esos beneficios económicos futuros se presentan a plazos mayores al año, con montos de inversión relevantes y -quizá lo más relevante- afectan estratégicamente a la entidad, entonces estamos hablando de proyectos de inversión.
Para su evaluación se tienen que tomar en cuenta diferentes factores. Los flujos de efectivo que se generarían y el momento cuando se darían. Dado que no son comparables los pesos de hoy con los pesos a una fecha futura, necesitamos una tasa de descuento apropiada a la que se van a traer dichos flujos de efectivo generados en el futuro, a valor presente: al día en el que comenzaría dicho proyecto.
Una vez que ya están valorizados al momento inicial -peras con peras, …-, entonces simplemente los comparamos contra la inversión inicial. Si generan más de lo que se invierte, se acepta el proyecto. De otra manera, se rechaza (en principio).
El diablo está en los detalles: ¿Cómo identificamos esos flujos de efectivo futuros? La técnica nos indica que deben ser flujos de efectivo incrementales: aquellos que existirían solamente si se llevara a cabo el proyecto. En otras palabras, tan solo hay que responder a la pregunta ¿este flujo de efectivo se generaría de no existir el proyecto? Si la respuesta es positiva - en cualquier caso, se generaría- entonces no se deben considerar.
Se tienen además otro par de conceptos: los costos hundidos y los costos de oportunidad. Imaginémonos que una empresa tiene una bodega en desuso y que fue adquirida hace tiempo. Se puede aprovechar para el proyecto propuesto, pero también hay otra empresa que está interesada en rentarla. Como la bodega se adquirió hace tiempo y se lleve a cabo o no el proyecto ahí estará entonces ese es un costo hundido y no se incluye en los costos del proyecto. La renta que no se llegara a cobrar sería un costo de oportunidad ya que el proyecto propuesto debería compensar a la empresa esa renta que no recibiría.
Eso es lo que está viviendo México: costos de oportunidad que se están incrementando día con día. No solo son los recursos que se desperdician en consultas y otras cosas, si no lo que vamos a dejar de recibir por estar dilapidando los escasos recursos con los que contamos. Esos ingresos -los que dejamos de recibir como país- no pueden ser revisados en una auditoría, puesto que no hay registro de ellos, pero ahí están. El ensordecedor grito del silencio en ambas consultas nos da idea de que no hacen falta grandes técnicas de análisis, “se sabe” que no se emplearon bien los recursos.
PS. El deber ser. Estos días varias cuentas de Tweeter hicieron lo que todos deberíamos de hacer siempre: ciudadanía. Se pusieron en contacto con la gran mayoría de diputados de oposición para solicitar que votaran en contra de la contrarreforma eléctrica. Independientemente de filias y fobias: gracias por hacer ciudadanía, pero también un reconocimiento a los partidos que respondieron no solo en las redes sociales sino en la vida real. Además, salió a relucir el colmillo: fueron a pernoctar a la Cámara de Diputados antes de que las huestes se organizaran para evitar su presencia, aun y cuando -no es sorpresa- salieron con chicanadas. Pero eso es el deber ser: la ciudadanía haciendo ciudadanía y los políticos haciendo política de la buena (que ya demostraron que si existe).