Sara Lozano

Sara Lozano: ¡Adiós, María Elena!

Era de rancho, tenía el don de precisar en dónde cabía de la mejor manera un ¡carajo! ‘hay que saber ponerlas, para que no se confundan’.

No usaba solo palabras, su actitud, sus pasos cimbraban a cualquiera. Era de rancho, tenía el don de precisar en dónde cabía de la mejor manera un ¡carajo! ‘hay que saber ponerlas, para que no se confundan’. Nació en Doctor González, Nuevo León y se dedicó a abrir espacios públicos para las mujeres, los importantes, en donde se toman decisiones. Con la ley en la mano interpeló a medio mundo, fue contra interpretaciones timoratas de la ley para hacerle un lugar a cada mujer de este país y del continente. Ejerció su liderazgo plenamente reconociendo siempre a la red de personas que lo hacían posible.

También coordinó el trabajo del grupo de legisladoras que hicieron posible la fundación del Instituto Nacional de las Mujeres. Aprendió, asimiló y dominó el quehacer político y entonces lo transformó, le puso las gafas de género, y fue creando las alianzas estratégicas para avanzar, siempre para adelante. Fueron décadas de palabras directas de todo tipo y para casi todo el mundo, ‘porque a los pendejos sólo queda darles por su lado’.

En los 80′s era una voz con pocos ecos, muchas veces insultada, denostada, desacreditada ridiculizada entre los más simples. La sagacidad y astucia política era lo suyo, aliado tras aliado en esos años en que sólo había hombres tomando decisiones, fue creando las condiciones para que hoy, todas las mexicanas, podamos aspirar a puestos de mando incluso en el ámbito privado. Los que hacían la política pronto identificaron la fuerza, la determinación y sobre todo el poder de sus argumentos.

Yo era una mujer cándida y sumisa cuando la conocí, muy joven, mientras ella se empoderaba año tras año, si no en la función pública iba por el tejido de redes de apoyo o ambos a la par. De solo verla cruzar el umbral de su casa en el Barrio Antiguo hasta su oficina, con ese andar seguro, dando órdenes sin agobios, saludando al de intendencia igual que al presidente y llamando a cuentas lo mismo por sus cigarros que por una aberración de ley.

Siempre atenta y puntual, dos hábitos bien cultivados por educación y estrategia. Todos los años me envió un regalo y una tarjeta por mi cumpleaños, desde aquel entonces. Nunca imaginé que esta libreta de notas sería la última, aunque hace años supe de su enfisema y luego de su cáncer. No debía sorprenderme y, sin embargo, el corazón se fue al piso este lunes y no se me quita el nudo en la garganta, tanto qué agradecerte por mí y las generaciones que vienen.

Santa no era, ni lo quería ser, pero se fue el mismo día que Cuquita, la Doctora Refugio Ávila, su mano derecha en el Instituto Estatal de las Mujeres desde su fundación. Y eso suena a plan con maña de La Chapa, estoy convencida que ambas están en paz, pero no descansando. Puedo imaginar la sacada de tapete que están viviendo por allá, San Pedro y toda la cohorte celestial, hasta el Diablo mismo andará con pendiente que le quiten el puesto para cumplir plenamente con la inclusión, la igualdad, la equidad y principalmente, la paridad.

Adiós, María Elena.

Sara Lozano

Sara Lozano

Colaboradora en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública y profesora en el Tec de Monterrey de Ciudadanía y Democracia. Integrante fundadora de Ellas ABP coordinadora de programas por la prevención de la violencia laboral y económica contra las mujeres.

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