Naces justo cuando la semilla bajo la tierra fría del invierno se abre en una esperanza eterna de la primavera. El solsticio de invierno. Contigo el sol recupera su plenitud pausadamente, robándole minutos a la oscuridad. La esperanza.
En este año tan disruptivo que vino a sorprendernos cuando creímos que después de la pandemia se iba a recuperar una normalidad que no vuelve. Dos guerras muy vigiladas en donde difícilmente se puede identificar a un bando bueno. Se acaban las certezas en las políticas internacionales de la Unión Europea, de Estados Unidos, Israel o China.
Cada día es más evidente el interés económico de las grandes potencias y sus élites que minimizan masacres y aseguran buenas intenciones con un descaro insostenible.
La violencia se viraliza en forma de comedia en los reels que pretenden humanizar animales, que explotan a la infancia. No se me quita de la cabeza un video en donde una niña de menos de cinco años llora porque no sabe portar bien y pide que se le enseñe. Todos se ríen, pero ella no está actuando. Alguien, tal vez la mamá, la está grabando y se escucha su risa. Y la niña llora de verdad y pide ayude porque no encaja, se advierte frustrada volteando a la cámara y se escucha una risa discreta.
Y la gente se ríe y lo comparte. Igual que al oso con mechas de pelo que apenas se levanta, está enfermo, pero da risa la frase ‘cuando te levantas en la mañana’ y entonces es suficiente no ver el dolor detrás de la broma.
Pero tú eres ícono de la esperanza, de la redención por venir, de la evolución de consciencia que promete llegar. ¿Qué tiene que pasar para que veamos el dolor detrás de las burlas? ¿Qué tiene que suceder para que la abundancia sea posible en todas partes del planeta? ¿Cómo salir del dominio de los poderes políticos, económicos tan enraizados y aliados?
Eso te pido, Niño Dios, eso que nos devuelva la humanidad que hemos perdido detrás del dinero, de los likes, de la fama efímera y enajenante de las redes sociales.
Eso que nos deje aceptar que los cambios se generan desde adentro y no siguiendo caciques ni influencers, ni comprando compulsivamente baratijas que parecen útiles.
Eso que rompa con los estereotipos de la felicidad y que, aunque sea un cambio radical, se asiente en armonía para todos los países olvidados, para las personas oprimidas, las vejadas, las que padecen hambre o que viven en la zozobra.
Permite que la esperanza se asiente con el compromiso diario que minuto a minuto le robe espacio a la oscuridad.
Muy felices fiestas llenas de esperanza y paz, regresamos hasta el 2024.