Si hablamos de discursos presidenciales, el debut de Javier Milei en Davos fue algo especial: el libertario argentino hizo una defensa cerrada del capitalismo, con un mensaje poco frecuente en la política mundial actual. Occidente —dijo el miércoles el presidente de Argentina en el resort suizo— está bajo el ataque del socialismo, y el capitalismo de libre mercado no solo es “justo y moralmente superior”, sino también la razón por la cual la humanidad goza actualmente de “la mayor expansión de la riqueza y prosperidad en la historia”.
Teniendo en cuenta esto, el modelo que propone para Argentina está firmemente arraigado en principios libertarios fundamentales: “La defensa de la vida, la libertad y la propiedad”, dijo Milei a la audiencia del Foro Económico Mundial en el primer viaje internacional desde su toma de posesión el 10 de diciembre.
Luego describió lo que percibe como las versiones actuales del socialismo: el feminismo, la agenda del cambio climático y el colectivismo, ideas que —dijo— se difunden a través de los medios de comunicación, universidades e incluso organizaciones multilaterales cooptadas por “neomarxistas”.
Llegó incluso a decir que herramientas de políticas públicas habituales en los países desarrollados, desde la emisión de deuda hasta los subsidios y las tasas de interés, se derivan del intento del Estado de controlar las vidas de los individuos, un mensaje que se hace eco de la campaña radical que lo llevó a la presidencia.
El mensaje de Milei destaca en un foro que se dedica frecuentemente a debatir temas políticamente correctos como “Cerrar la brecha de género en salud” e “IA: ¿El gran instrumento para la igualdad?”.
Incluso Donald Trump pregonó en parte de su último discurso en Davos en 2020 que su gobierno estaba creando “la economía más inclusiva que jamás haya existido” y alardeó de cómo estaban elevando a “estadounidenses de todas las razas, colores, religiones y credos”, objetivos que Milei probablemente consideraría como una forma de socialismo.
Y dado que los valores de diversidad, igualdad e inclusión están en la actualidad en medio de las luchas culturales en Estados Unidos, el discurso de Milei sin duda estimuló a más de uno en la audiencia.
Pueden imaginar a unos cuantos de estos zares empresariales presentes en la audiencia riendo hacia adentro con las palabras de Milei, sabiendo que en realidad les importa cero promover la diversidad, igualdad e inclusión, proteger el medio ambiente o regular los excesos monopolísticos, pero que aun así deben seguir estas pautas porque ese es el mundo corporativo en el que vivimos. Para ellos, el líder argentino tuvo mensajes tranquilizadores:
“Son héroes... si ganan dinero es porque ofrecen un mejor producto a mejor precio, contribuyendo así al bienestar general... son los verdaderos protagonistas de esta historia y es necesario que sepan que, desde hoy, tienen en Argentina un aliado incondicional”.
El discurso de Milei no puede disociarse del contexto reciente de fracaso económico de Argentina. Después de décadas de intervencionismo y regulaciones que arraigaron un capitalismo rentista de amigos y dejaron a casi la mitad de la población en la pobreza, su enfoque en un Estado disfuncional que gasta demasiado y entrega muy poco es bienvenido.
Sin embargo, a pesar de todos los puntos provocativos que Milei presentó vehementemente en Davos, el líder argentino perdió la oportunidad de plantear ante los dueños del universo lo que ellos probablemente más querían escuchar: su plan concreto para sacar a Argentina de la miseria actual tras décadas de malas políticas públicas.
El marco libertario puede ser más o menos convincente para que las empresas apuesten por él, pero ciertamente no es suficiente para justificar invertir miles de millones de dólares en un país que tiene perspectivas interesantes y necesita seriamente inversiones, pero que una y otra vez ha terminado decepcionado.
La realidad es que cualquiera que quiera invertir en Argentina ahora no se encontrará con el oasis libertario al que aspira Milei, sino con un país con una inflación del 211 por ciento, sin crédito y que enfrenta un éxodo de las multinacionales. No se puede culpar a Milei por nada de esto.
Él es la consecuencia, no la causa, del malestar del país, y será juzgado por su capacidad para cambiar las cosas. Pero necesita empezar a articular de manera más práctica cómo se producirá ese giro y qué políticas fiscales, monetarias y comerciales se aplicarán durante los próximos cuatro años después de estos primeros meses de emergencia.
Milei lo sabe muy bien. En Buenos Aires, no pasa sus días en enfrentamientos ideológicos con la teoría económica neoclásica “que abre las puertas al socialismo”, sino en luchas y negociaciones muy reales con las provincias y el Congreso controlado por la oposición. Incluso ya tuvo que anunciar aumentos tributarios, en clara contradicción con su discurso de Davos.
En el vuelo comercial de Lufthansa que lo llevó a Europa, Milei ya había advertido que asistía al evento favorito de la élite global para “plantar las ideas de la libertad en un foro que está contaminado de la agenda socialista 2030 y que lo único que va a traer es miseria al mundo”.
Atacar el socialismo en un foro de multimillonarios y ganadores puede ser un poco redundante, pero ese es el mensaje que hizo famoso a Milei, y que la audiencia poderosa lo escuche de su propia boca no es una mala idea. Entiendo que la gente se entusiasme, porque es una ruptura con la frustración del pasado reciente.
Pero se necesitará mucho más que eso para convencerlos de que Argentina puede darle un giro a las cosas.