Bloomberg Opinión - Spinetto

China recalibra su estrategia en América Latina

Juan Pablo Spinetto señala que si bien China está invirtiendo menos millones en América Latina, sigue siendo muy selectivo y atento con su dinero en la región.

La influencia china en América Latina ha inspirado análisis, fascinación y una buena dosis de histeria. Dependiendo de a quién le pregunte, la considerará desde una oportunidad —para que la región reequilibre sus alianzas y se beneficie de las ambiciones chinas— hasta una invasión económica que pone en peligro la geopolítica del hemisferio. Pero dado el peso económico de China, la naturaleza de su régimen y lo que está en juego en su creciente rivalidad geopolítica con Estados Unidos, al analizar este fenómeno es mejor tener presente la frase favorita de Deng Xiaoping, el antiguo líder supremo de China: “Busca la verdad a partir de los hechos”. Y los hechos están cambiando en aspectos tan importantes que todos los responsables políticos de América deberían tenerlos en cuenta.

Los flujos de inversión chinos se están ralentizando drásticamente; sin embargo, el gigante asiático se muestra mucho más activo a la hora de buscar una posición en sectores innovadores como los de energía verde y tecnología, que considera cruciales para sus propias aspiraciones económicas.

Según un informe de Margaret Myers, Ángel Melguizo y Yifang Wang para el Diálogo Interamericano, China destinó 6 mil 400 millones de dólares a inversiones directas en América Latina y el Caribe en 2022, lo que significa un 17% menos que la media anual del periodo 2020-2021 y menos de la mitad de los 14 mil 200 millones de dólares en promedio invertidos anualmente entre 2010 y 2019.

“Estas caídas reflejan una recalibración sustancial por parte del Gobierno chino y sus empresas”, según el informe, publicado el lunes. Al mismo tiempo, los autores constatan que una parte cada vez mayor de ese pastel menguante va a parar a lo que se conoce como industrias de “nuevas infraestructuras”, entre las que se incluyen las tecnologías de la información y la comunicación, las energías renovables y los vehículos eléctricos y la fabricación de alta gama, entre otros negocios estratégicos. La inversión de la nación asiática en esas áreas representó casi el 60 por ciento de los flujos totales a la región en 2022, o alrededor de 3 mil 700 millones de dólares.

“En muchos casos, las empresas chinas están intensificando sus relaciones con América Latina y el Caribe, pero, en promedio, a través de acuerdos de menor envergadura y en sectores fronterizos directamente alineados con los objetivos de crecimiento económico de Beijing”, dice el informe.

Vista de la cuesta del Lipán desde la Carretera 52 en la Cordillera de los Andes cerca de Purmamarca, Provincia de Jujuy, Argentina. (Wolfgang Kaehler/LightRocket/Photographer: Wolfgang Kaehler/L)

Myers, Melguizo y Wang también descubrieron que China está reduciendo en lo particular una de sus herramientas de compromiso preferidas: los créditos de sus enormes bancos estatales. Entre 2019 y 2022, la región recibió poco más de 2 mil 900 millones de dólares en préstamos de las principales instituciones financieras de desarrollo del país, una fracción de lo que solían prestar allá por 2010, cuando solo uno de estos bancos emitió más de 35 mil millones de dólares para América Latina.

“China sigue emitiendo créditos, pero a través de mecanismos financieros diferentes, y con un menor enfoque general en grandes proyectos de infraestructura”, según el documento.

¿Qué conclusiones podemos sacar de este conjunto de transiciones? En primer lugar, que reflejan un cambio de estrategia global por parte de China. Con el aumento de las tensiones geopolíticas, la creciente competencia con EU, la ralentización de la economía nacional y otras dificultades en su propio territorio, es comprensible que China esté replanteándose cómo participar en el Gran Juego mundial. Al mismo tiempo, especialmente en América Latina, este cambio refleja el problemático pasado de prometer enormes proyectos de infraestructuras con resultados ambiguos. Algunos de los grandes acuerdos en los que se embarcaron los países latinoamericanos con China en el momento álgido del frenesí inversionista no llegaron a ninguna parte, sobre todo en Venezuela, donde se anunciaron grandes proyectos petrolíferos que luego se abandonaron y dejaron a Venezuela con el problema de devolver sus préstamos chinos.

Sospecho que el planteamiento chino de “menos es más” es también un reconocimiento de la necesidad de actuar con cautela en una región conocida por su volatilidad política. En lugar de embarcarse en grandes inversiones que podrían peligrar con la salida de un Gobierno amigo y la entrada en funciones de otro de ideología rival, opta por centrarse sensatamente en establecer lazos con las autoridades locales, desde la provincia de Jujuy, en el norte de Argentina, hasta plantas solares en Colombia. Un perfil más bajo también reduce la controversia en torno a los nuevos proyectos.

La extracción de sal en Salinas Grandes, una salina en la Cordillera de los Andes, está situada a una altitud de 3.450 metros en el límite de las provincias de Salta y Jujuy, Argentina. (Wolfgang Kaehler/LightRocket/Photographer: Wolfgang Kaehler/L)

Pero nada de esto debe confundirse con una falta de ambición o una estrategia de salida. Como señala el informe del Diálogo Interamericano, el interés por sectores tradicionales como la riqueza mineral y las materias primas sigue siendo sólido, aunque en formatos diferentes. Los flujos comerciales bilaterales en la región han seguido creciendo, y tocan los 500 mil millones de dólares. Mientras tanto, automóviles chinos inundan Santiago y Ciudad de México, y China está a punto de inaugurar su primer megapuerto en la región, en Chancay, en la costa peruana.

Para EU, y en menor medida para la Unión Europea, esta recalibración estratégica supone un reto adicional, sobre todo cuando se habla de acceso a alta tecnología como la 5G y la inteligencia artificial (véase el fascinante No Limits: The Inside Story of China’s War with the West, de Andrew Small, donde describe las encarnizadas batallas políticas entre China y sus rivales desarrollados por la influencia en los nuevos sistemas de comunicación). Este nuevo ámbito de competencia también planteará nuevos retos a los responsables políticos latinoamericanos. Dados los estrechos vínculos entre estas tecnologías y la gobernanza política y económica, la nueva dirección de China aumentará inevitablemente las apuestas para los líderes regionales a medida que navegan por los cambios en el equilibrio de poder geopolítico y trazan la trayectoria de sus propias sociedades.

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