Dicen que “el que tiene tejado de vidrio, no le tira piedras al vecino”. Atravesamos tiempos convulsos en el norte del continente americano, donde hemos sido testigos –y hasta protagonistas– de una de las campañas políticas más improbables de la historia reciente de los Estados Unidos. Todavía, hace pocos meses, Donald Trump ocupaba en la corte el ‘banquillo de los acusados’; mientras que, en la Casa Blanca, el presidente en funciones fue convencido de retirarse de la contienda electoral y ceder el paso a una mujer, hija de inmigrantes.
Ahora bien, ¿qué relación guarda esto con nosotros como mexicanos? Algunos datos del INEGI ayudan a esclarecerlo: el 84 por ciento de nuestras exportaciones no petroleras tienen su meta en Estados Unidos, nación que, además, aporta 44 por ciento de la Inversión Extranjera Directa en nuestro país. Casi la totalidad de las remesas que reciben los hogares mexicanos provienen de nuestro vecino del norte, de acuerdo con el Reporte de Ingresos por Remesas Enero–Junio 2024 del Banxico. Este año, México desbancó a China y se convirtió en el principal socio comercial de la Unión Americana, con un comercio cruzado que casi se equipara: en el primer trimestre del año en curso exportamos 144 mil millones e importamos 146 mil millones de dólares.
Hasta hace poco, nos cuestionábamos cuál de los dos candidatos nos convenía más. En su último día de campaña, Trump propuso imponer un arancel de 25 por ciento a todos los insumos mexicanos de no frenarse la migración y el tráfico de drogas. Durante su administración, el expresidente ejecutó estas medidas para algunas importaciones chinas –las cuales aún conservan el impuesto–, disposición que dio paso al nearshoring con beneficios a nuestro país. Por cierto, a pesar de las tarifas, China no ha cesado de exportar sus bienes a Estados Unidos.
Por otro lado, Kamala Harris, aunque no amenazó con endurecer la política exterior o comercial de Estados Unidos, anteriormente se opuso como senadora a la firma del T-MEC. Según la U.S. Mexico Foundation, anualmente dicho tratado representa 1.6 billones de dólares en comercio regional entre México, Estados Unidos y Canadá. El acuerdo acaba de entrar en revisión y del Congreso estadounidense se oyen voces que piden su cancelación o renegociación completa.
Actualmente, el momento económico de nuestro país es inigualable: la integración con el mundo le ha permitido un desarrollo sostenido durante los últimos 40 años y hoy cuenta con la oportunidad de surfear una enorme ola de innovación. Pruebas de ello hay muchas, como el anuncio de Foxconn y otras cuatro compañías que invertirán, en una primera etapa, 900 millones de dólares en construir fábricas para la producción de semiconductores de última generación.
Indistintamente de quién ocupe la Casa Blanca, es invaluable para México priorizar las relaciones con Estados Unidos (sin dejar de tocar otras puertas), considerando que las dos son economías complementarias. Como dice otro refrán: “puerta abierta, vecino que entra”; esto indica el modelo a seguir para el sector privado mexicano. Pasada la elección estadounidense, nos corresponde buscar y abrir espacios de conversación con las organizaciones empresariales de nuestros vecinos en la búsqueda del bien común. Se acabó la época en que solo fuimos espectadores: mediante la concordia, con iniciativa e ingenio, lograremos posicionarnos como la potencia geopolítica que estamos destinados a ser. Las empresas mexicanas avanzan junto al mundo, sin dejar a nadie atrás.