No es un secreto que los mexicanos tenemos una relación complicada con el alcohol. Creemos que bebemos la sangre de Cristo durante la eucaristía, en los altares del Día de Muertos no faltan los tragos favoritos de los difuntos y algunos mayas peninsulares usan religiosamente balché y pox. ¿Un cumpleaños? Ten tu botella. ¿Bodas? Barra libre. Ponche y cafecito de olla con piquete para la Navidad. Vayamos a donde vayamos, sabemos que siempre podremos encontrar un trago. No sorprende entonces que, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición Continua (ENSANUT Continua), 55.5% de los adultos consume alcohol de forma habitual.
Pero si los adultos beben tanto, entonces los jóvenes han de estar peor. Ellos llenan los antros y las terrazas cada fin de semana —que para ellos puede ser toda la semana— y hacen de los shots de cortesía un dogma de hospitalidad; mezclan bebidas de luna a luna sin temor al dolor ni a la herida. Cuando no hay dinero para un pomo a sobreprecio, los jóvenes pueden hacer magia con doscientos pesos y un garrafón en la casa —o calle— de un amigo. Y esta imagen es universal: las fraternidades en Estados Unidos compiten para ver quién hace las fiestas más grandes y los bohemios europeos viven de puro café, cigarro y vino. El límite es la imaginación… de los publicistas en la industria del alcohol.
Si creen todo lo anterior, permítanse saber que, afortunadamente, la situación está cambiando: estos comportamientos corresponden más a nuestra propia juventud que a las nuevas generaciones porque estas, contrario a todo pronóstico, toman cada vez menos. Según la propia ENSANUT Continua, solo 21% de los jóvenes consumía alcohol con regularidad y, de acuerdo con la consultora Gallup, beben 22% menos que hace 20 años. ¿Por qué? Razones sobran, pero una de las más probables es que, como dice Christian Louboutin, “los jóvenes no quieren ser como sus padres. Si sus padres utilizan tenis, ellos van a buscar otra cosa”: así como los tatuajes, la peda pasa de moda. Ellos quieren una vida más sana en todos los sentidos y prefieren quedarse en casa a jugar juegos de mesa, tener una coffee party o salir a su clase de pilates.
Por otro lado, no podemos olvidar que buena parte de los milenials, y prácticamente toda la generación Z, percibe bastante menos que sus padres: según datos de la ENIGH 2024, el promedio de los mexicanos entre 20 y 29 años gana $9,142 mensuales, y los que tienen entre 30 y 39 años ganan $12,606. No hay mucho dinero para gastar entre $500 y $1500 en una salida con amigos, sobre todo si quieren ahorrar para su futuro (un futuro inmediato). De igual manera, los jóvenes que sí toman ya no optan por tragos fuertes, sino por opciones más baratas y con menor graduación. La industria se está adaptando a esta nueva realidad; las bebidas alternativas como los hard seltzers y la kombucha cada día ganan más terreno, y las cervezas sin alcohol se han vuelto tan populares que ahora representan casi 40% de las ventas para las cerveceras. Los restaurantes, por su parte, están ofreciendo cocteles más aesthetic pero menos fuertes e incluso versiones de tragos clásicos sin una gota de alcohol, como mojitos y cosmos vírgenes. En estas fiestas, celebremos el ejemplo de nuestros jóvenes que nos enseñan que podemos cantar las de José José sin empeñar la voz… ni la cartera.