Alberto Muñoz

Felices 80 años al Tec de Monterrey

Con sus años de experiencia, ha demostrado una y otra vez su capacidad para adaptarse, reinventarse y, sobre todo, inspirar a nuevas generaciones de estudiantes y profesionistas.

Lo conocí cuando cumplíó 40 años. Me lo presentó mi Padre, quien siempre había sido su admirador. Había comenzado su viaje el 6 de septiembre de 1943 y desde sus primeros días, mostró signos de ambición y determinación. No era simplemente una pasión por la educación; como ser vivo tenía un espíritu emprendedor, ansioso por dejar una marca indeleble en la educación de México.

Su adolescencia estuvo marcada por una rápida exposición a la realidad. Pronto, su presencia se sintió en diversas partes del país, y en cada nueva ubicación, llevó consigo su ethos de excelencia y su deseo de innovación. Nunca se contentó con lo ordinario. Siempre aspiraba a más, buscando constantemente oportunidades para crecer y aprender.

A medida que maduraba, se convirtió en una figura líder en la educación mexicana, reconocido no solo por su excelencia académica, sino también por su enfoque en el emprendimiento, la ética y la ciudadanía global. Con sus años de experiencia, ha demostrado una y otra vez su capacidad para adaptarse, reinventarse y, sobre todo, inspirar a nuevas generaciones de estudiantes y profesionistas.

En el dinámico panorama de la educación moderna, la búsqueda de la innovación disruptiva se ha convertido en un pilar fundamental para quienes deseamos transformar la enseñanza y el aprendizaje. Aquellos pioneros que se adentran en este viaje no se contentan con mejoras incrementales; se busca siempre obtener cambios radicales que puedan redefinir la educación en su esencia.

Al desafiar el status quo y proponer enfoques y metodologías novedosas, algunos visionarios como él han aspirado a crear experiencias educativas más relevantes, significativas y en sintonía con las demandas del siglo XXI.

Apoyar a la industria nacional se convierte en una extensión natural de este empeño. Al trabajar mano a mano con el sector industrial, ha podido comprender las necesidades reales del mercado, formando así estudiantes equipados con habilidades y conocimientos que van más allá del aula y son inmediatamente aplicables en entornos reales.

Esta sinergia entre educación e industria no solo beneficia a los estudiantes y empresarios, sino que también impulsa la economía, la investigación y el desarrollo tecnológico. Pero el alcance de su visión no se detiene en las fronteras nacionales. Para él, tener un impacto internacional ha sido un objetivo clave que se ha venido consolidando.

Al conectar con instituciones, expertos y estudiantes de todo el mundo, siempre ha buscado compartir conocimientos, adoptar mejores prácticas y co-crear soluciones para desafíos educativos globales. Esta mentalidad global le permite que las innovaciones disruptivas en educación que se gestan en sus aulas han trascendido culturas y geografías, generando un impacto positivo en comunidades alrededor del mundo.

Aquellos que buscan la innovación disruptiva en educación son visionarios que aspiran a revolucionar la forma en que aprendemos, conectar el mundo académico con la industria y dejar una huella duradera en la escena educativa internacional.

Hoy, cuando miramos al Tec, no vemos solo edificios, laboratorios y aulas; vemos un titán de la educación, una entidad que viene transformando vidas y elevando el estándar educativo de México. Y aunque ha recorrido un largo camino desde sus humildes comienzos, el Tec sigue mirando hacia el futuro, con el mismo brillo en los ojos de todos los que tenemos la oportunidad de colaborar y la misma pasión en su corazón que tenía en 1943, construyendo legados que trascienden.

¡¡Felices 80 años!!

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