La importancia de la innovación y del desarrollo tecnológico ha sido ampliamente documentada. La innovación ha permitido que las personas vivamos más y mejor, que las empresas compitan mejor y que los países sean más productivos y competitivos.
En días recientes, la OEA y el gobierno estadounidense invitaron a funcionarios públicos e interesados en temas de innovación, entre los que me encontraba yo, a visitar el sureste de EU. La visita fue parte del compromiso adoptado bajo el Consejo México-Estados Unidos para el Emprendimiento y la Innovación (MUSEIC) en un esfuerzo por avanzar el objetivo del Diálogo Económico de Alto Nivel de fortalecer la competitividad regional, mediante una cultura empresarial innovadora. De hecho, el consejo se reúne hoy en San Antonio para plantear iniciativas que apoyen a los emprendedores de alto impacto.
Esta zona de EU se había caracterizado económicamente por los sectores tradicionales e intensivos en mano de obra: textil, agrícola de bajo valor agregado y servicios básicos. A partir del reordenamiento mundial, en particular del fortalecimiento de China en el comercio, decayó. Esto significó pérdida de empleos y bancarrota para muchas empresas; afectando el nivel de vida y la capacidad de atraer inversión. En respuesta, el sector empresarial, junto a los gobiernos locales, estatales y el federal, generó políticas públicas para promover la innovación empresarial, la reconversión productiva y el fomento al emprendimiento de alto impacto. Se fortaleció la vinculación entre el sector académico y el privado y las capacidades de investigación y desarrollo de las universidades. Además, aumentó la disponibilidad de capital emprendedor.
Este nuevo ambiente permitió que se desarrollara un ecosistema innovador, que ha permitido a la región mejorar las condiciones económicas de sus habitantes, e incluso convertirse en una zona competitiva, en particular en los sectores financiero, automotriz y de dispositivos médicos. A diferencia de las regiones turísticas y de negocios típicas en EU, las capacidades económicas no son muy diferentes de las que encontramos en las principales urbes de México. Sin embargo, a diferencia de México, allá sí lograron desarrollar un ecosistema innovador adecuado. ¿Por qué? Para contar con un ecosistema propicio para la innovación, se necesitan al menos cuatro ingredientes:
1. Ambiente de negocios. Se requiere que el capital fluya de manera eficiente a los proyectos que lo ameriten, donde se cuente con capacidades administrativas y gobiernos corporativos fuertes, que generen certidumbre para empresarios e inversionistas.
2. Marco regulatorio. La innovación requiere normas que propicien la competencia e impidan las barreras de entrada artificiales; requiere un marco legal en términos laborales, fiscales y mercantiles que facilite la creación y destrucción eficiente de las empresas; un sistema impositivo transparente, que genere certidumbre a medio y largo plazo.
3. La cultura. Para que una sociedad sea fértil a la innovación, necesita una cultura propicia. Requiere una cultura que fomente el emprendimiento, que premie el riesgo, que promueva segundas oportunidades. Requiere una cultura en donde el fracaso sea visto más como un proceso de aprendizaje que como un síntoma de incapacidad.
4. Intervenciones públicas y privadas, cuyo objetivo sea la innovación. Aun cuando el libre mercado, el estado de derecho, la regulación eficiente y la cultura son ingredientes necesarios, no son suficientes para un ecosistema de innovación. Sin este último ingrediente, el mercado innovará por debajo de los niveles socialmente óptimos. Este ingrediente está integrado por desarrollo tecnológico, comercialización de tecnología, propiedad intelectual fuerte, acceso a tecnologías de la información, intervenciones públicas para fomentar la innovación, desarrollo de capital humano y un sistema de capital privado eficiente.
En el caso del sureste de EU, es precisamente este cuarto ingrediente el que los gobiernos y el sector privado fortalecieron para ser competitivos. En el caso de México, debemos trabajar para fortalecer los cuatro. Debemos lograr que los investigadores se beneficien de sus innovaciones, independientemente de dónde sean financiadas.
Debemos permitir que las empresas puedan abrir y cerrar de forma ágil y con certidumbre para dueños, proveedores, acreedores y empleados, entre muchos otros retos. La lección es clara: trabajando en conjunto, sector público y privado, y anteponiendo el interés general, se puede lograr.
Alberto Saracho
Los cuatro ingredientes para la innovación
COLUMNAS ANTERIORES
Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.