Con tanto avance tecnológico que nos lleva a utilizar los dispositivos electrónicos y aplicaciones que facilitan la vida, corremos el riesgo de olvidarnos de lo básico y sencillo en la administración de las finanzas personales.
Paradójicamente, en la era digital, regresar al papel y lápiz puede resultar en una experiencia más personal y poderosa. Escribir a mano los gastos e ingresos, en lugar de hacer clic en un botón, incrementa el conocimiento sobre a dónde se va cada centavo. Y es en este marco donde entra en juego una técnica japonesa ancestral: el Kakebo.
Su creación respondió a la necesidad de apoyar a las familias a gestionar sus finanzas domésticas en un contexto de cambios sociales y económicos significativos. El Kakebo no es solo un libro de cuentas; es un ritual, una práctica meditativa sobre los hábitos de consumo y relación con el dinero. Es llevar un registro de los ingresos y gastos, permitiendo al usuario tener un control y consciencia plena de sus finanzas.
Si bien encuentras libros específicos de Kakebo en plataformas como Amazon, la esencia de esta técnica puede ser aplicada en cualquier libreta o cuaderno que tengas.
Los componentes de este método son:
1.- Objetivos: Definir tus metas te brindará una dirección y propósito en tu gestión financiera. Es una manera de comprometerte de lleno con tus propias aspiraciones económicas.
2.- Registro de ingresos: Anotar con detalle todas las entradas de dinero.
3.- Registro de gastos fijos: Ten en cuenta tus obligaciones mensuales recurrentes, desde la renta hasta el pago de créditos contraídos.
4.- Categorización de gastos variables: Establecer ‘cajones’ para tus erogaciones diarias, como alimentos, entretenimiento, entre otros.
5.- Reflexión mensual: Al final de cada mes, se realiza una revisión de los gastos, permitiendo identificar áreas de mejora o reajuste.
En un mundo que avanza a un ritmo vertiginoso y donde la digitalización parece ser la norma, el Kakebo nos conduce a conectarnos con profundidad en nuestras finanzas. Es un recordatorio de que, a veces, las soluciones efectivas son también las más simples. Es tiempo de que retomemos el control y que lo hagamos a la manera tradicional: con papel, lápiz y una buena dosis de introspección.
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