En la era de la democratización de las inversiones, impulsada por la tecnología y la información, hemos presenciado cómo un número creciente de personas desarrollan la habilidad para participar en los mercados financieros sin utilizar fuertes cantidades de dinero.
Este fenómeno ha propiciado un avance formidable en la inclusión en México, un elemento esencial para el progreso económico y social. No obstante, a pesar del mejoramiento, aún subsiste una brecha de género en este terreno.
De acuerdo con Forbes México, las mujeres son ahorradoras excepcionales al tener el 60 por ciento de las cuentas; sin embargo, su intervención en las inversiones es notablemente inferior en comparación con los hombres pues sólo tienen el 30 por ciento.
Invertir no es un ‘juego divertido’ a través de una aplicación, sino una estrategia para asegurar nuestro futuro financiero. Y, aunque la inclusión ha crecido en México, falta mucho por hacer para promover una mayor participación femenina.
Las mujeres poseen un enorme potencial. Son ahorradoras natas, suelen ser más cautelosas en sus decisiones y poseen una perspectiva única que aporta valor al entorno de las inversiones. Empero, existen barreras que lo dificultan, como la desconfianza en sus habilidades, la ausencia de educación financiera y el temor al riesgo.
Para superar estos obstáculos, es imprescindible implementar soluciones específicas, como una capacitación especializada para ellas, que les proporcionaría las herramientas y el conocimiento para invertir de manera efectiva. Además, la promoción de modelos femeninos a seguir en el mundo financiero podría ser inspirador.
Sería muy positivo una mayor presencia de mujeres como operadoras en los mercados. Las mujeres que ya están trabajando en este ámbito y pueden desempeñar un papel trascendente en la atracción de otras a participar, creando un impacto multiplicador significativo en la inclusión.
Es fundamental que las mujeres entren más activamente en las inversiones. No sólo para su propio bienestar financiero, sino también para el desarrollo económico y un efecto demostración hacia dentro de la familia.
Es momento de cambiar la narrativa y demostrar que las mujeres van más allá de ser grandes ahorradoras y son además inversionistas inteligentes y capaces. La inclusión financiera es un camino que debemos recorrer juntos, y es esencial que ellas sean parte integral de este viaje.
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