Esta semana se dio a conocer el dato de inflación del mes de junio en Estados Unidos, que pudiera parecer sorprendente, ya que luego de haber alcanzado un pico de 9.1 por ciento en el mismo mes del año anterior, se desaceleró a 3.0 por ciento. Más aún, la inflación subyacente se ubicó en 4.8 por ciento, cayendo 50 puntos básicos, y logrando romper el nivel de 5.0 por ciento que parecía haberse estancado durante los primeros cinco meses del año.
La caída tan importante de la inflación se debe a tres factores: 1) bases de comparación elevadas, ya que por los efectos aritméticos suelen arrojar lecturas sustancialmente menores. 2) Costo de la vivienda. Cerca del 40 por ciento del componente subyacente está integrado por las rentas, cifra que resultaba distorsionada por la pandemia, ya que desde finales del año 2020 los contratos de rentas de vivienda comenzaron a negociarse con incrementos de doble dígito, estos aumentos en el costo de la vivienda surtieron efectos en al menos los 12 meses subsecuentes, afectando así la inflación subyacente. Los precios de las rentas en estos últimos meses –una vez normalizado el efecto de la pandemia– se han incrementado en 2.0 por ciento, en línea con las negociaciones de las rentas en años anteriores. De acuerdo con esta última lectura, la inflación subyacente sin incluir el costo de la vivienda se situó en 2.7 por ciento, lejos del 7.6 alcanzado en febrero del 2022, cuando alcanzó el pico. 3) El tercer factor que explica la rápida trayectoria de baja de la inflación general, es el precio de los autos usados. La pandemia y la disrupción de las cadenas de suministro originaron un freno en la producción de autos, por lo que los precios de los autos usados se incrementaron de manera significativa, alcanzando un avance del 41.2 por ciento en febrero del 2022. En el mes de junio los precios de los autos usados cayeron 5.2 por ciento.
El entorno inflacionario no ha cambiado mucho, ya que estos factores habían sido anticipados por la Reserva Federal y por los mercados. De acuerdo con las tasas implícitas, se espera que la Fed continúe su ciclo restrictivo. Se estima al menos un alza adicional en la tasa de fondos federales. Sin embargo, algunos participantes del mercado han cuestionado la postura monetaria, ya que pareciera que estamos cerca de lograr la estabilidad de precios. Hay que recordar que la inflación está aún lejos de su objetivo, que es 2.0 por ciento, al tiempo que la trayectoria de baja muestra con claridad la dilución de las distorsiones originadas por la emergencia sanitaria.
El punto de dolor para el banco central resulta ser la inflación subyacente, que es más estructural y está alimentada por las estrechas condiciones del mercado laboral. De acuerdo con el último dato de empleo, en el mes de junio, los salarios se aceleraron a 4.4 por ciento, representando un riesgo para el panorama desinflacionario. Para tener un mercado laboral equilibrado, libre de presiones que generen un espiral salarios-precios, los salarios no deben exceder un nivel de 2.9 por ciento. En tanto, lo que se espera de la inflación general, es que nuevamente se eleve a un rango entre 3.5 y 4.0 por ciento en el segundo semestre del año, toda vez que hemos dejado atrás la mayoría de las distorsiones, en tanto las bases comparables dejarán de ser tan elevadas.
Al repunte en los salarios debemos añadir otros riesgos adicionales, como presiones en la demanda en particular en el componente de servicios, o presiones en alimentos. Además, uno de los principales retos es lograr que las expectativas de inflación se encuentren ancladas de acuerdo con el objetivo del 2.0 por ciento de la Fed, ya que pese a que las de corto plazo han descendido, las de mediano plazo aún se encuentran muy por encima del objetivo inflacionario del banco central. No es momento de pensar que estamos en la víspera de una postura monetaria menos restrictiva, no debemos de subestimar las acciones futuras de la Reserva Federal.