De acuerdo con el INEGI, la inflación del mes de julio se situó en 4.79 por ciento en términos anuales, en línea con las estimaciones. La inflación subyacente, que excluye los elementos volátiles, se ubicó en 6.64 por ciento, menor al 6.89 por ciento del mes anterior, mostrando una disminución muy moderada. Por su parte, tras cuatro meses consecutivos de lecturas negativas, el componente no subyacente avanzó 0.77 por ciento mes a mes –aunque aún en terreno negativo en su medición anual– presionado por los precios de las frutas y verduras, evidenciando cierta fragilidad de la trayectoria descendente de la inflación.
La inflación general ha disminuido 3.98 puntos porcentuales desde el 8.77 por ciento alcanzado en agosto del año pasado. Parte de este efecto se debe a la base comparable que facilita los menores niveles de precios, otra parte es atribuible a las menores presiones inflacionarias alrededor del mundo ante la dilución de choques de oferta. Pese a ello, resulta evidente que la inflación muestra señales de tener un carácter más estructural. Al interior, las mercancías han descendido de 11.09 a 7.82 por ciento, aún elevadas, en tanto los servicios se muestran renuentes a bajar, al situarse en 5.24 por ciento. Pareciera que los riesgos están inclinados al alza.
Con esto en mente, Banco de México sostuvo su reunión de política monetaria donde, como era ampliamente anticipado por el mercado, decidió mantener la tasa de referencia en 11.25 por ciento. Además, el comunicado se mantuvo prácticamente igual que el anterior, sin dar señales de que la Junta de Gobierno esté pensando en cambiar la tónica hacia una postura monetaria menos restrictiva en el margen. Adicionalmente, revisó ligeramente al alza sus pronósticos de inflación subyacente para finales de este año y principios del siguiente año en 10 puntos base. Aunque mantiene su estimado de la convergencia hacia el objetivo en el 4T del 2024.
En ese orden de ideas, en la encuesta de analistas privados dada a conocer esta semana, el 100 por ciento de los analistas espera que el siguiente movimiento de política monetaria sea una baja por parte del organismo central, y dos terceras partes estiman que recortará la tasa de referencia tan pronto como en el último bimestre. ¿Por qué los analistas piensan que es posible estimar un recorte por parte de Banxico, aun cuando el organismo central ni siquiera ha puesto el debate sobre la mesa? La respuesta es simple: Banxico tiene espacio.
Es una realidad que la inflación subyacente se mantiene elevada, al tiempo que ha mostrado un progreso muy lento. En ese sentido sería contra intuitivo pensar que podría recortar la tasa. No obstante, la tasa de referencia no es lo único que se debe de considerar a la hora de medir la postura monetaria; el tipo de cambio juega un factor toral en las condiciones monetarias de una economía. El Índice de Condiciones Monetarias fue desarrollado por el Banco de Canadá, y es usado frecuentemente por los bancos centrales alrededor del mundo para medir cómo las condiciones monetarias afectan la economía a través de las tasas de interés y el tipo de cambio.
La política monetaria actúa fundamentalmente a través de dos canales: 1) desalentar el gasto y a la postre afectar la demanda agregada, y 2) mantener ancladas las expectativas de inflación. Pero en este entorno el efecto más sensible en nuestra economía ha sido en el tipo de cambio. Un peso más fuerte implica condiciones monetarias más restrictivas porque los importadores y exportadores tienen un incentivo a aumentar la oferta interna y consecuentemente bajar los precios.
La tasa real ex ante al final del año pudiera alcanzar y superar el 7.0 por ciento, si no comenzaran a ceder ligeramente. Considerando que Banco de México espera lograr la convergencia al objetivo a finales del 2024 o principios del 2025, sumado a una desaceleración en la economía americana que habrá de afectar irremediablemente la actividad en México y los niveles de inflación, ergo no habría necesidad de mantener las tasas de referencia en estos niveles por mucho tiempo más.