El primero de octubre la doctora Claudia Sheinbaum asumió la presidencia de México, en un hecho histórico, pues es la primera mujer en 200 años en ocupar ese cargo. En primera instancia me pareció un discurso cargado de equidad y de empoderamiento. Considero que la clara connotación sobre el género podrá inspirar a mujeres y niñas ayudando a romper el techo de cristal. Y aunque me siento entusiasmada por el hecho, creo que la Presidenta tiene un reto considerable y, al mismo tiempo, la enorme responsabilidad de salir adelante, pues se calificará su género en materia de implementación de políticas públicas.
En su discurso, señaló los 100 compromisos principales que regirán su administración. Su proyecto de nación es sumamente ambicioso, pues dentro de sus compromisos se encuentran mantener y ampliar los programas sociales, incluyendo uno nuevo de becas y mujeres, construcción de carreteras, trenes de pasajeros, inversiones en energías limpias y todo ello con el enorme reto de indizar las transferencias sociales (haciendo más compleja la lucha contra la inflación). Habló de iniciativas en salud, pues recibió un sistema desmantelado e ineficiente; y en educación y que ahora ambos sectores, se presentan como dos nuevos ejes torales de impulso, y que irremediablemente necesitarán mucho mayores recursos.
Adicionalmente, los salarios deberán de seguir creciendo a pasos agigantados, pues existe el compromiso de que el salario mínimo alcance 2.5 canastas básicas, cuando en el sexenio que acaba de finalizar, el incremento en el salario mínimo en términos reales fue del 90 por ciento.
Los compromisos de la nueva presidenta requerirán un gasto creciente e importante por parte del gobierno, y de manera contradictoria, de corto plazo, existe el compromiso de regresar a un déficit más moderado, lo que incluye un recorte de 3 puntos porcentuales en el déficit del 2025, lo que hace que la ejecución sea sumamente compleja.
De momento dejó claro que seguirá el modelo de mantener la disciplina fiscal y financiera, así como el respeto a la autonomía de Banxico. Uno de sus compromisos es mantener un equilibrio razonable de deuda a PIB, al tiempo que sigue rechazando la posibilidad de modificar los impuestos o implementar una reforma fiscal.
¿Cómo será posible hacerle frente al gasto rígido e incremental que se requiere para hacerle frente a su programa de gobierno?
Posiblemente el principal mensaje tras el telón, fue en torno a impulsar la inversión privada nacional y extranjera. Los empresarios están atentos a los mensajes sobre la seguridad y rentabilidad que pueden tener al ejecutar proyectos productivos, y creo que el mensaje inaugural fue claro, pues la doctora Sheinbaum así lo dijo: bienvenida la inversión.
Creo firmemente que esta administración reconoce la imperiosa necesidad de restablecer el entendimiento entre la iniciativa privada y el gobierno, pues la clase empresarial será la encargada de impulsar el crecimiento. Además se hizo un claro hincapié sobre la importancia de fortalecer la integración económica con Estados Unidos, y más importante aún, aprovechar la relocalización de cadenas productivas, fenómeno que empezó en el sexenio pasado y que posiblemente representa la mayor oportunidad para nuestro país.
El crecimiento fue una asignatura pendiente en la administración de López Obrador. El crecimiento de ese sexenio será el menor en los últimos treinta años, en tanto el PIB per cápita retrocedió. Sin crecimiento no hay bienestar, ni salarios, ni empleo. Con un gasto público reducido y acotado, la inversión privada deberá ser el pilar del crecimiento, para impulsar un nuevo ciclo productivo que a la postre pueda garantizar mayores empleos y bien remunerados, dos compromisos claros por los que fue electa. Sin la inversión privada, el panorama de crecimiento se ve sumamente diluido y su proyecto de nación queda reducido a una fantasía.