Estamos por finalizar 2024, un año complejo cargado de procesos electorales a nivel global y plagado de eventos geopolíticos. Y aunque hay muchos claroscuros en el panorama de 2025, podemos comenzar a trazar las principales perspectivas del año.
Para el crecimiento económico, hay una importante divergencia de opiniones, pues hay analistas que estiman una recesión, y en contraste, hay quienes están esperando que la economía mexicana se acelere contra lo que observaremos este año. Posiblemente la principal diferencia entre ambas estimaciones resida en el comportamiento de las exportaciones netas, que este año restaron dinamismo a la economía mexicana, pues la producción industrial en Estados Unidos se mantuvo en terreno negativo.
En términos generales, se espera que la economía norteamericana se desacelere, aunque a la fecha el escenario de aterrizaje suave no se ha concretado. De acuerdo con el GDPNow de la Fed de Atlanta, la economía americana podría crecer más de 3 por ciento en el último trimestre del año. No sería extraño ver una economía que se mantiene sólida en el margen, y aunque las estimaciones de Bloomberg se sitúan en 2.1 por ciento, menor que en 2024, podemos anticipar que la producción industrial comenzará a crecer. De acuerdo con el pronóstico de la Fed de Filadelfia, este componente que ha sido negativo, mostrará un avance de 1.3 por ciento.
A pesar de la excepcional incertidumbre que reina en el panorama, estimamos que el PIB sea mayor en 1.2 por ciento en 2025, y en un escenario alternativo (positivo) en 2 por ciento. Si las exportaciones de México comienzan a contribuir positivamente al crecimiento económico, es posible trazar una trayectoria de crecimiento mayor. Aunque los escenarios de recesión y de aceleración son plausibles, es prudente esperar las primeras acciones de Donald Trump para dibujar una trayectoria más clara. El consumo se mantendrá aún fuerte apoyado por remesas, crédito al consumo que parece no dar señales de agotamiento, crecimiento de la masa salarial y los programas sociales, que ascenderán a 835 mil millones de pesos.
El componente de inversión se mantendrá en contracción ante la incertidumbre en el panorama nacional e internacional, y las amenazas de la imposición de aranceles que habrán de frenar los nuevos proyectos productivos.
Para la inflación estamos menos constructivos, pues consideramos que enfrenta varios riesgos. Para empezar derivado de la depreciación en el tipo de cambio, estimamos que las mercancías comenzarán a mostrar ciertas presiones, regresando a un nivel superior a 3.0 por ciento. En tanto los servicios, si bien es cierto que ligan tres lecturas consecutivas a la baja, estimamos que se mantendrán elevados. Por ello, y a pesar de un posible buen comportamiento del componente no subyacente, consideramos que será difícil lograr la convergencia hacia el 3 por ciento esperada por Banxico al final del año. Estimamos que la inflación podría descender hasta 3.8 por ciento, pero si la demanda se acelera, podría terminar en 4.1 por ciento.
En ese tenor, pese a la elevada tasa de interés real, consideramos que el espacio del Banco de México es reducido, porque el camino desinflacionario será lento. Esperamos que la tasa de referencia se ubique entre 8.50 y 9.00 por ciento al final de 2025, un marcada diferencia con el consenso de analistas.
Finalmente, en cuanto al tipo de cambio, que sin duda alguna es la variable más difícil de pronosticar, podríamos ver una importante volatilidad, en especial en la primera mitad del año. Nuestra moneda es la válvula de escape para reflejar las modificaciones en el panorama, y al inicio del año podría reflejar las mayores preocupaciones de los posibles cambios en la relación bilateral entre México y Estados Unidos. Sin embargo, y a pesar de un entorno excepcionalmente incierto, me atrevo a señalar que no veremos una depreciación mayúscula como lo hemos observado en décadas anteriores. Ello, porque no tenemos los desbalances en los flujos del exterior, pues nuestra cuenta corriente es muy, muy acotada.