A través de su obra Utopía, Tomás Moro escribió una crítica a la estructura y organización sociopolítica de la época de 1516. En resumen, la obra sanciona que las personas del sector alto de la sociedad se enriquecieran a través de negocios irregulares o injustos para disfrutar de una vida cómoda y sin responsabilidad social; mientras que la clase trabajadora se entregaba a las tareas indispensables para la organización social mediante una mínima retribución económica, empujándolas a la pobreza y al olvido una vez que dejaban de ser productivos.
La contrapropuesta de Moro fue la Utopía, consistente en un modelo social en el que los intereses comunes fueran superiores a los particulares; en el que el patrimonio comunitario se constituyera público y el provecho fuera para todos; en el que el bienestar general marchara como prioridad para —a través de él— lograr la realización personal.
Un estudio realizado en 2021 por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito México (UNODC), señaló que era esencial implementar políticas preventivas en la Alcaldía Iztapalapa —la más poblada de la CDMX—, puesto que registraba dinámicas delictivas que limitaban el desarrollo y afectaban especialmente a la población joven.
Como respuesta, la alcaldía levantó 12 UTOPÍAS: Unidades de Transformación y Organización para la Inclusión y la Armonía Social, constituidas en centros de desarrollo comunitario que dotan a la población de infraestructura cultural, educativa, artística y recreativa; y que, tal como se lee en uno de los murales que dividen la ‘UTOPÍA Libertad’ del Reclusorio Oriente, están construyendo territorios de paz e igualdad.
Mediante las UTOPÍAS, Iztapalapa busca, por un lado, mejorar la seguridad atendiendo a las causas y disminuyendo las desigualdades; y, por el otro, reconstruir el tejido social con la reapropiación del espacio público y la cohesión comunitaria.
Estos espacios permiten que las infancias, adolescencias, juventudes, personas adultas y adultas mayores, logren un desarrollo integral a través del deporte, cultura y arte; y, que cuenten con un sistema de cuidado en la salud física, emocional y mental.
En lo personal, después de haber visitado la UTOPÍA Libertad, quedé sorprendida por la oferta: alberca semiolímpica, juegos infantiles, huerto, temazcal, mariposario, planetario, granja, canchas y centro de rehabilitación física, entre otros. Todos estos servicios eran, tanto por oferta como por costo, de muy difícil —y muchas veces de imposible— acceso para una parte de la población de esta zona de CDMX.
Dos espacios llamaron particularmente mi atención: la Casa de las Siempre Vivas y la Casa de Día para Adultos Mayores. En la primera se brinda atención psicológica y asesoría jurídica gratuita a mujeres víctimas de violencia, mientras sus hijas e hijos juegan en una ludoteca; hay servicios de autocuidado como temazcal, masajes y yoga; y, se imparten talleres para hombres sobre trabajos de cuidado y del hogar. Por su parte, en la Casa de Día para Adultos Mayores, se ofrecen talleres de tanatología, hidroterapia, rehabilitación física y múltiples actividades recreativas. Todos ellos bajo un esquema de gratuidad y con una planeación ecosostenible.
Las UTOPÍAS de Iztapalapa demuestran que el bienestar social no se puede abandonar a la esfera de lo privado. Las desigualdades estructurales impiden que las personas tengamos el mismo acceso a los mismos derechos, por ello es deber del Estado emparejar la cancha con políticas públicas y acciones afirmativas.
Las UTOPÍAS ejemplifican que la apuesta por las personas y por la reconstrucción del tejido social hacen posible vivir en lugares más seguros, justos e igualitarios. ¿Nuestro punto de encuentro? Buscar el desarrollo individual a través de la comunidad, así obtendremos sociedades justas e igualitarias sin el sesgo y avaricia de visiones particulares.