El neoliberalismo surgió en los años 70 impulsando la desregulación, la privatización y la libre competencia. Es una filosofía que aboga por la reducción del Estado a un papel mínimo, confiando que el libre mercado lograría el bienestar de los individuos.
No obstante, en los hechos, si bien el neoliberalismo ha maximizado los beneficios de unos cuantos, lo ha hecho exacerbando las desigualdades y erosionado los derechos laborales y sociales de la gran mayoría; afectando a su vez las condiciones ambientales de todas las personas a nivel mundial.
El neoliberalismo económico ha permitido la concentración de la riqueza en un porcentaje ínfimo de la población que, desde ese privilegio, domina los mercados globales. Con esa posición aventajada, las personas con mayor riqueza económica han establecido las reglas del juego en su beneficio: por un lado, su dinero se multiplica dentro del mercado —sin generar beneficios sociales y sin permitir que quienes no nacieron con esa condición favorable puedan generar riqueza alguna— y, por el otro, han logrado esquemas de difícil regulación y tributación, consiguiendo, además, poder real dentro del juego público. Esto trae como consecuencia natural el estancamiento de los salarios y el aumento del costo de vida para el gran grueso de la población mundial.
Adicionalmente, la privatización de los servicios ha limitado el acceso a derechos fundamentales como educación, salud y seguridad social. Y si bien ello afecta principalmente a la clase trabajadora y a las personas más pobres, el incremento económico para acceder a la vivienda, y la precariedad laboral, impactan —en realidad y de manera directa— en la calidad de vida de todas las personas.
En el ámbito social, el neoliberalismo ha erosionado el Estado de bienestar al reducir los programas sociales y las redes de apoyo para las personas en situaciones de mayor vulnerabilidad. Esto ha provocado un aumento en la pobreza y la marginación, especialmente de mujeres y grupos oprimidos sistemáticamente.
Lo anterior ha impactado negativamente la salud pública, limitando el acceso a los servicios de salud y aumentando las enfermedades relacionadas con la pobreza. Esto ha generado un profundo deterioro en el tejido social, ya que la polarización y los conflictos sociales han ocasionado una pérdida en la cohesión comunitaria. El deseo de éxito individual ha triunfado sobre la lucha por el bienestar colectivo.
Finalmente, en el ámbito ecológico y ambiental, el neoliberalismo ha priorizado el crecimiento económico sobre la sostenibilidad, explotando de manera desmedida los recursos naturales, provocando altos niveles de contaminación y degradación ambiental. El cambio climático afecta a todas las personas, no obstante, los fenómenos naturales ocasionados por el calentamiento global impactan principalmente a las personas marginadas y pobres, especialmente del sur global, causando desplazamientos masivos.
Dejando claro que el neoliberalismo beneficia exclusivamente a las élites, buscar un cambio al sistema implicará ir en contra de grupos con poder económico, público y mediático. Debemos estar preparados para enfrentar una narrativa en defensa del mercado y del capitalismo, haciendo creer que ello es lo moderno, lo natural y lo conveniente.
Desenmascarar al neoliberalismo pasa por tomar conciencia del deterioro que este sistema ha generado en la vida de todas las personas, puesto que los conflictos sociales provocados por las brechas de desigualdad y la crisis ambiental perjudican a todas las personas por igual, incluso a las élites a las que económicamente beneficia.
Cuando un sistema sin control estatal nos está matando, es urgente buscar alternativas con mayor equilibrio, control y protección desde el ámbito público. Nuestro punto de encuentro debe ser remediar el tejido social para que todas las personas podamos acceder a un verdadero estado de bienestar.