Durante medio siglo, hasta 2016, el Partido Republicano mantuvo, con matices, la misma ideología.
En economía, la promoción de la libre empresa y la disciplina fiscal. Con diferentes enfoques: el desarrollo industrial en los setentas, cuando Nelson Rockefeller fue vicepresidente; los recortes al gasto, con Ronald Reagan; el libre comercio, con George H.W. Bush; la reducción de los impuestos, con el Tea Party, en la primera década de este siglo.
En política exterior, concebían a su nación como líder del ‘mundo libre’ y, por ello favorecieron la superioridad militar, para frenar la expansión del comunismo durante la Guerra Fría, y para combatir el terrorismo (con los ‘neocons’), después.
Sostenían la ley, el orden y los valores tradicionales. Nixon activó ‘la mayoría silenciosa’ y Reagan a los evangélicos blancos. George W. Bush innovó con un ‘conservadurismo compasivo’. No se oponían a la regularización de los inmigrantes indocumentados.
En torno a esos principios lograron aglutinar a un electorado fiel, de pequeños empresarios, clases medias, veteranos y grupos religiosos.
Mucho de eso cambió cuando Donald Reagan, un personaje popular que era cercano a los demócratas, se presentó en las primarias republicanas de 2016.
Prometía reducir los impuestos y, al mismo tiempo, aumentar el gasto en infraestructura y sostener los programas sociales. Culpaba a los tratados comerciales y a la globalización de la decadencia industrial y del desempleo.
Proponía una política exterior aislacionista (America first): abandonar las alianzas militares y las iniciativas multilaterales, destacadamente, las ambientales.
Comparaba a la inmigración descontrolada con una invasión de delincuentes y llamaba a levantar un muro a lo largo de la frontera con México.
Eran planteamientos que chocaban con la ortodoxia republicana y con lo que postulaban otros 19 aspirantes a la nominación presidencial. No obstante, consiguió la candidatura y ganó la elección, porque esas ideas resonaron fuertemente entre los trabajadores desplazados por la sustitución de combustibles fósiles y por la relocalización de la planta productiva fuera del territorio estadounidense.
En 2016 logró incorporar todas esas propuestas en la plataforma del partido y en 2020 simplemente las repitieron. Ahora, ha introducido algunos cambios notables, que pasaron desapercibidos porque las reuniones del comité redactor no se televisaron, como era costumbre.
Propone una política industrial (para competir con la que ha estado construyendo Joe Biden y que los republicanos han calificado de despilfarro). Se ocupa más del incremento de la delincuencia en las ciudades. Adopta una posición moderada respecto al aborto. Se distancia de las políticas radicales contenidas en el libro Proyecto 2025, elaborado por la Fundación Heritage.
El partido soy yo
Trump le imprimió un sentido polarizador y belicista al partido. Para “hacer a América grande otra vez”, hay que ‘drenar el pantano’ de Washington y eso incluye a las élites republicanas. A los que no rinden culto a su personalidad, los califican de RINO’s (republicans in name only) y los marginan. Sólo se apoya a candidatos que aceptan que la elección de 2020 la ganó Trump.
Los grandes personajes del partido trataron de resistir. John McCain hizo lo que pudo hasta que el cáncer lo venció. Jeb Bush se retiró a sus negocios. Colin Powell de plano se volvió votante demócrata. Mitt Romney trató de ser la conciencia del partido, pero ya anunció que no buscará la reelección. Liz Cheney impulsó los juicios políticos y eso le costó perder su posición en la cámara y luego la elección.
Ron DeSantis (gobernador de Florida), Chris Sununu (gobernador de New Hampshire) y Nikki Haley (exgobernadora de South Carolina) trataron de competir con Trump en las primarias de este año. Los tres advirtieron sobre los riesgos si él vuelve a la Casa Blanca y los tres acabaron diciendo que votarán por él.
Descolocado, el establishment republicano fue paulatinamente desplazado por afines a Trump. El líder de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy fue acusado de débil y desbancado. Su sustituto, Mike Johnson, es 100 por ciento MAGA.
Debilitando por la edad y las presiones, el líder de la minoría en el Senado, Mitch McCornell ya anunció que se retira en noviembre.
Hace unas semanas obligaron a renunciar a la presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel y al nuevo dirigente, Michael Whatley, le pusieron como copresidenta a la esposa de uno de los hijos de Trump. Chris LaCivita, el coordinador de su campaña, es ahora el principal operador del partido.
Los republicanos coronarán mañana a Trump, que hace nueve años ni siquiera era miembro del partido al que hoy le impone ideología, programa y cuadros.