Repensar

La estrategia de Trump

Donald Trump ha logrado posicionarse del lado ganador en temas claves para la población: la inflación, la inmigración ilegal, el incremento de la delincuencia y las intervenciones militares.

Donald Trump no ha variado demasiado la estrategia que lo llevó a la Casa Blanca hace ocho años. Se sigue presentando como alguien con gran decisión para enfrentar a elites sofisticadas que no entienden las angustias de la gente común. Haber sobrevivido a dos juicios políticos, a una veintena de acusaciones civiles y penales y a un atentado, refuerza esa imagen.

Lo diferente ahora es que puede alardear de que cumplió mucho de lo ofrecido en aquella campaña y lo compara con las insuficiencias y errores de la administración actual.

Así, ha logrado posicionarse del lado ganador en temas claves para la población: la inflación, la inmigración ilegal, el incremento de la delincuencia y las intervenciones militares.

Prometió y cumplió con la reducción de impuestos a las personas. El Congreso limitó a ocho años la duración de esa rebaja. Ahora que se va a terminar el plazo, a los demócratas no les ha quedado otra que asegurar que la continuarán, aunque compensándola con un incremento tributario a los más ricos (posible sólo si consiguen una mayoría amplia en ambas cámaras).

Para enfrentar la parálisis económica provocada por la epidemia de covid, Trump impulsó fuertes apoyos monetarios y fiscales a las familias y a las empresas. Evitó una recesión y en algo compensó los problemas de quienes vieron afectadas su forma de vida. Meter tanto dinero a la economía tuvo efectos inflacionarios que, sin embargo, se empezaron a sentir hasta la siguiente administración.

Joe Biden, queriéndose ver igual de generoso que su antecesor, prolongó muchas de esas ayudas cuando ya no eran necesarias, atizando más la inflación. Aunque los precios de los alimentos y la gasolina casi se han estabilizado, la población los compara con los que había cuando Trump gobernaba.

En 2015, Trump anunció su candidatura insultando a los migrantes indocumentados. Se comprometió a construir un muro y a reforzar a la Patrulla Fronteriza. En ambos casos cumplió a medias, pero de alguna forma respondió a la inquietud de muchas comunidades por la presión que produce en el empleo y los salarios la llegada masiva de migrantes.

A Joe Biden se le salió de las manos este asunto. Su laxa interpretación de los criterios para conceder refugio multiplicó y diversificó a los solicitantes. Ya no sólo llegan de México y Centroamérica, sino de los más remotos lugares de África, Medio Oriente y Asia. Hasta las ciudades gobernadas por los demócratas, que se declararon santuario para hospedar y alimentar a los inmigrantes, se están echando para atrás.

Biden encargó a Kamala Harris la ordenación de los flujos de centroamericanos y ella decidió zafarse de esa papa caliente. Apenas visitó Guatemala y una sola vez estuvo en la frontera. Por eso, Trump la presenta como cómplice de una supuesta política de “fronteras abiertas”, que ha dejado pasar a asesinos, violadores y terroristas. Ya no promete un muro sino una deportación masiva.

Hombre fuerte-mujer débil

Los republicanos culpan del incremento en los índices delictivos a las “políticas suaves” de los fiscales demócratas. Las penas se han reducido y se concede la libertad bajo palabra con mayor facilidad. En muchos estados se ha despenalizado el hurto pequeño y ahora pandillas de rateros se meten a robar a las tiendas de departamentos. Para combatir la brutalidad policíaca, en algunas ciudades demócratas se ha reducido el presupuesto de la policía.

Por eso, Trump presenta la trayectoria de Kamala como fiscal de California como “blanda” y ella, a la defensiva, trata de mostrar que no lo fue.

Aunque se enorgullecen de sus Fuerzas Armadas y veneran a los veteranos de guerra, los americanos siempre han sido aislacionistas. El trauma de la derrota en Vietnam, la absurda guerra en Irak (para eliminar armas de destrucción masiva que no existían) y la vergonzosa retirada de Afganistán, los han opuesto a cualquier nueva intervención militar (no forever wars). Por ello, Trump ha promovido que se abra una investigación en el Congreso sobre los errores en Afganistán y cuestiona la costosa ayuda militar a Ucrania.

Presume que, gracias a su política de mano dura, no hubo necesidad de acciones militares durante su administración. La contrasta con la inexperiencia de su opositora, a quien, según él, los líderes mundiales “tratarán como juguete”.

La etiquetó como una izquierdista radical (la llama “camarada Kamala”) antes de que ella pudiera definirse. La ha obligado a mostrase como alguien fuerte, a disociarse del gobierno de Biden y a cambiar muchas de sus posiciones progresistas.

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