¿Qué lecciones nos dejan los procesos electorales en Coahuila y Estado de México para las encuestas? Pongo a su consideración los siguientes aspectos y reflexiones.
1. Hubo un aumento. El número de encuestas preelectorales públicas finales en ambos estados fue mayor en 2023 que en las elecciones de 2017. En Coahuila, el número de encuestas finales subió de 11 a 17 de una elección a otra, mientras que en Edomex subió de 17 a por lo menos 25.
2. Fueron menos exactas. En Coahuila, el error promedio de las encuestas finales en su conjunto creció de 3.7 puntos en 2017 a 5.5 puntos en 2023, mientras que en Edomex subió de 3.1 a 4.7 puntos. Hubo más encuestas, pero menos precisión.
3. Hubo consenso en probables ganadores. En este 2023, las encuestas variaban en sus estimaciones de apoyo para cada candidata(o), pero había consenso en que Manolo Jiménez y Delfina Gómez iban adelante en las preferencias en Coahuila y Edomex, respectivamente. No hubo ganadores cruzados, ni siquiera en encuestas públicas con vínculos partidistas.
Las elecciones de 2017 en esos estados estuvieron más cerradas, con menos de 3 puntos de diferencia entre primero y segundo lugar, y las encuestas preveían distintos ganadores. En Coahuila, sólo cuatro de las 11 encuestas finales (36 por ciento) daban una ventaja al priista Miguel Riquelme, mientras que en Edomex, 11 de las 17 encuestas finales (65 por ciento) daban ventaja a Alfredo del Mazo, cinco a Delfina Gómez (29 por ciento) y una daba empate. El nivel de competencia importa.
Lo que irritó a algunos fue que la ventaja de Delfina Gómez en 2023 fue menor a lo previsto, como si hubiera sido un complot (otra vez 2012, pero del otro lado). La experiencia en Edomex requiere entender las tasas diferenciadas de respuesta que estamos obteniendo en algunos contextos.
4. Hubo cambios en metodologías. En 2017, las encuestas finales en vivienda eran 63 por ciento en Coahuila y 76 por ciento en Edomex. En 2023, las encuestas en vivienda bajaron a 29 por ciento en Coahuila y a 36 por ciento en Edomex, mientras que las encuestas telefónicas aumentaron a 53 y 48 por ciento en esos estados, respectivamente. Ahora también se vieron más sondeos de otras modalidades.
¿Se puede atribuir el mayor error de 2023 a este cambio de metodologías? No necesariamente: en Edomex, las encuestas menos exactas fueron en vivienda, y la mayoría de las encuestas más exactas fueron por teléfono.
5. Narrativas encuestocéntricas. Las encuestas jugaron un papel protagónico en la retórica de las campañas. En Edomex, una candidata le restregaba a otra que iba abajo en las encuestas, y ésta se defendía diciendo “ya te alcancé y te voy a ganar”. Esa retórica encuestocéntrica no sólo desvía la atención de las problemáticas de la sociedad y de las propuestas políticas para atenderlas; también sitúa a las encuestas en un papel más propagandístico que informativo, cuando la ciudadanía democrática se beneficia más de lo segundo.
8. Autoprofecías incumplidas. La narrativa política atribuye a las encuestas causalidades que no están del todo comprobadas pero que terminan creyéndose y luego decepcionando a quienes las creen. En 2017, una candidata que iba abajo en las encuestas argumentaba que sus simpatizantes eran “de clóset” y que saldrían a votar masivamente: no se cumplió. En 2023 se dijo que las encuestas provocan abstención, pero es tan sólo una impresión. Primero arman una narrativa de encuestas y luego las critican como culpables de sus autoprofecías incumplidas.
9. Se requiere una buena crítica. Está muy bien que las encuestas se pongan a juicio, pero sin que prevalezca el prejuicio. Esta semana en algunas columnas vi calificativos negativos como “vergonzosas”, fallaron “miserablemente”, son “peor peligro” (Cecilia Soto), hicieron el “ridículo” (Leo Zuckerman), entre otras. Descripciones como esas privilegian la estridencia, pero dejan de lado la evidencia y la transparencia. Para abonar al sano debate democrático y no solamente a la polarización, la buena información debe hacer contrapeso a la distorsión.
10. También hay que destacar el aprendizaje. Aunque hoy en día las encuestas se usan como herramientas políticas para seleccionar candidaturas (la encuestocracia) y como propaganda política (la encuestodemia), no hay que olvidar que son un gran instrumento científico para generar conocimiento.
Me quedé boquiabierto el domingo cuando Ciro Murayama afirmó que “las encuestas de salida no son confiables”. Creo que lo correcto sería decir que la diseminación de datos de encuestas de salida durante la jornada electoral no es legal hasta el cierre de casillas y que esos datos, aún siendo confiables, no son oficiales.
Pero así como lo dijo, descalifica uno de los ejercicios más útiles y generosos para conocer y documentar nuestra conducta electoral y para entender los factores del voto. En lenguaje futbolero, el exconsejero del INE salió con buena intención como defensa contra los usos abusivos de las encuestas, pero terminó dando una artera patada a la demoscopía y eso amerita tarjeta de amonestación.