Uno de los temas rumbo a la elección presidencial de 2024 es la posibilidad de que una mujer sea electa por primera vez a ocupar la Presidencia de la República.
Del lado de la 4T, Claudia Sheinbaum lidera la mayoría de las encuestas y tiene buenos chances para abanderar a su partido, Morena, el próximo año.
Del lado de la oposición, el número de mujeres aspirantes es mayor, aunque se fueron bajando de la contienda esta semana Lilly Téllez, quien había liderado las encuestas en meses recientes, y Claudia Ruiz Massieu. En la lista de aspirantes permanecen las priistas Beatriz Paredes, y esta misma semana se sumó con un gran impulso la senadora por el PAN, Xóchitl Gálvez.
Ante la alta posibilidad de que las candidatas presidenciales de los dos principales bloques políticos sean mujeres, también han surgido dudas acerca de si la sociedad mexicana está o no lista para tener a una presidenta.
Personalmente pensé que ese ya no sería un tema, dado nuestro historial de candidatas mujeres que ganan elecciones a nivel estatal y local y que han dejado sus propios récords de gobierno.
Además, las encuestas han documentado lo que parece ser un cambio cultural muy notable en México respecto al liderazgo político de las mujeres. La serie de datos de la Encuesta Mundial de Valores en nuestro país ha registrado ese cambio:
Al preguntar si está de acuerdo o en desacuerdo con la frase “los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres”, en 1997 el 43 por ciento de las personas entrevistadas dijo estar de acuerdo y el 57 por ciento en desacuerdo. En el año 2000, el acuerdo bajó a 35 por ciento, y luego a 28 por ciento en 2005, a 23 por ciento en 2012, y se mantuvo en 24 por ciento en 2018, años en los que ha sido realizada la prestigiada encuesta internacional.
De acuerdo con esos datos, una cuarta parte de la población mexicana piensa que en política el liderazgo masculino es mejor que el femenino, pero es un punto de vista que ha disminuido casi 20 puntos porcentuales en las dos décadas y media que cubre la serie de datos. El rechazo a la mujer en puestos de liderazgo político se ha reducido, pero persiste. Por eso prevalecen las dudas respecto a una presidenta mujer.
En la encuesta nacional de El Financiero del mes de junio incluimos una pregunta un poco más específica al respecto: “¿Usted está de acuerdo o en desacuerdo con la siguiente frase? ‘Yo prefiero que el presidente de México sea un hombre, no una mujer’.”
El 32 por ciento de la muestra estuvo de acuerdo y el 63 por ciento en desacuerdo, con un 5.0 por ciento que no expresó opinión.
Este indicador muestra que un tercio de la población adulta prefiere a un hombre, no a una mujer, al frente del país.
Entre los hombres, la preferencia por un presidente hombre alcanza 42 por ciento, mientras que entre las mujeres es de 22 por ciento. Hay una brecha de género de 20 puntos, pero aun entre las mujeres entrevistadas, el rechazo a una presidenta mujer alcanza por lo menos una quinta parte.
El apoyo a un presidente hombre (o el rechazo a una presidenta mujer) es más marcado en la región sur del país, así como entre los mexicanos de mayor edad y con menores niveles de escolaridad. Todos esos rasgos nos hablan de la persistencia de un rasgo cultural que se opone al liderazgo político femenino.
Pero hay qué considerar también la posibilidad de que un factor político más coyuntural esté influyendo en las respuestas: el apoyo a las y los aspirantes presidenciales con nombre y apellido.
Por ejemplo, del lado de la 4T, el rechazo a una mujer presidenta es mayor entre quienes apoyan a alguna de las cinco corcholatas masculinas. La pregunta que surge es si el rechazo a una presidenta es por razones de género o porque no se apoya a Sheinbaum específicamente y sí a alguno de los hombres.
Del lado de la oposición sucede algo similar: quienes apoyan a alguno de los aspirantes hombres expresan mayor rechazo a una presidenta mujer. ¿Es un asunto de género o de nombres? Creo que hay un poco de ambas.
No deja de llamar la atención que un tercio del electorado mexicano no quiera tener una presidenta. Habrá que seguir explorando el tema desde otros ángulos y con otras preguntas que nos ayuden a entender mejor esa aversión.