Las Encuestas

Encuestadores

Acallar con violencia a los encuestadores es actuar contra las voces de los ciudadanos; es prevenirlos de expresar sus voces por medio de estos instrumentos.

La noticia del fin de semana pasado sobre la tortura y asesinato de dos compañeros encuestadores que estaban haciendo trabajo en Chiapas es devastadora para quienes nos dedicamos a esta profesión.

Desafortunadamente no es la primera vez que se priva de la vida a personas en el desempeño de su trabajo demoscópico. En otras ocasiones han sido turbas de personas indignadas que creen hacer justicia por su propia mano; en esta ocasión fue el crimen organizado enviando mensajes a costa de la vida y la integridad de dos compañeros investigadores, Christian y José Luis.

Ser encuestador y hacer trabajo de campo puede ser enormemente placentero: la experiencia te da la oportunidad de conocer lugares y de platicar con gente de muy diversas características, quienes, amablemente, acceden a responder las preguntas de un cuestionario.

Desde hace 35 años he vivido las experiencias de salir o de coordinar equipos para preguntarle al país sus opiniones, de descubrir y de documentar la manera de pensar de la ciudadanía, de compartir sus creencias más profundas, sus temores, sus sueños.

Los riesgos siempre los ha habido, y hoy siguen siendo muy altos.

En 1989, a mí me tocó como encuestador la mala fortuna de que me apuntaran con una escopeta mientras hacía encuestas en Michoacán, en un periodo de mucha tensión política. Con el arma casi en la cara me dijeron que me fuera de ahí y el asunto no pasó a mayores. Pero fue una vivencia que recuerdo claramente hasta hoy y a la cual es inevitable remitirme cada vez que escucho incidentes con encuestadores en sus funciones.

Cuando fui oficial de WAPOR reporté a la asociación cada incidente que sucedía en México para que se llevara registro, incluido aquél en una comunidad del estado de Puebla, un momento de gran terror, de tristeza, de angustia, de impotencia.

Esos sentimientos regresaron ante la noticia de los muchachos en Chiapas hace apenas unos días. Vivimos en un país con grandes niveles de violencia, de asesinatos, de homicidios, todos sensibles, todos inaceptables. Cuando le sucede a compañeros encuestadores, uno es todavía más sensible.

Son pérdidas que a la profesión nos significa una profunda herida, no solamente privarnos de la libertad de poder llevar a cabo nuestro trabajo, sino que alguien pague con su vida la noble tarea de preguntarle al país cómo se siente o qué opina o qué prefiere.

Los compañeros que perdieron la vida en Chiapas se encontraban laborando, haciendo lo que hace cualquier encuestador, cualquier compañero o compañera de esta profesión tan noble.

No tenía el placer de conocerles personalmente, pero perder a compañeros encuestadores es muy doloroso. He conocido a varias generaciones de encuestadores y encuestadoras a lo largo de tres décadas: muchas personas alegres, curiosas, profesionales, en las cuales pienso cada vez que algún político descalifica una encuesta como “cuchareada”, sin pensar que detrás de ésta hay un gran trabajo, en el que a veces se pone en juego todo.

En esta profesión todos somos encuestadores. Todos tenemos una actividad en común, un gusto por preguntarle al país cómo se siente, con el objetivo de que los líderes políticos y de gobierno puedan actuar acorde y ser mejores representantes.

Por ello, acallar con violencia a los encuestadores es acallar con violencia las voces ciudadanas; es prevenir a la ciudadanía democrática de expresar sus voces por medio de estos instrumentos.

Esperemos que no haya más violencia en esta temporada de encuestas electorales que se avecina rumbo a 2024. Esperemos que quienes son responsables de los estudios de opinión honren la memoria de estos dos compañeros, así como de otros que han perdido la vida en esta labor, debido a que no hay las condiciones para hacerla con la mayor seguridad posible.

Esperemos que las encuestas que se publican sean de calidad, informativas y dignas de quienes hacen la labor de las entrevistas. Esperemos que cumplan su función de información y no de manipulación, que nos informen y nos guíen sobre lo que realmente piensa y siente la ciudadanía. Esperemos poder honrar a nuestros compañeros perdidos en esta labor, haciendo la mejor labor posible.

De parte del equipo de encuestas con quien tengo el honor de trabajar, nuestras sinceras condolencias a las familias de los compañeros, y nuestro reconocimiento y nuestros mejores deseos a quienes día a día hacen esta admirable labor profesional.

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