La sociedad mexicana presenta profundos contrastes en torno a su participación democrática; unos, muy activos a la hora de expresar su voto y exigir a las autoridades electas, cumplan con sus tareas; otros, siguen mostrando su apatía y en muchos casos su desencanto hacia el régimen democrático, empero, lo que es una realidad es que el abstencionismo se está reduciendo merced a ese interés de participar activamente en el rumbo del país.
La jornada dominical mostró que la gente está más politizada y por ello ha acudido a las urnas para imponer su voluntad a través de las mayorías y a través de los caminos institucionales en lugar de pretender buscar el cambio a través de la confrontación violenta.
Sería esta la primera conclusión de los comicios; se canalizó la efervescencia ciudadana por los canales institucionales que plantea la democracia y no por la vía de la rijosidad o el estallido social.
La segunda conclusión, es que el abstencionismo se puede abatir cuando existe una genuina exigencia de cambio como ocurrió el 6 de junio y aunque una parte de la ciudadanía prefiere apoyar al presidente y su partido; otros, en cambio, están imbuidos por el deseo renovador de corrección a las grandes decisiones que se están tomando.
Hay inconformidad por la inseguridad pública, por el manejo de la pandemia, por la crisis económica y sobre todo porque la unión nacional está fragmentada.
La polarización social entre los mexicanos se da, incluso en el seno familiar por el tema electoral y eso no conduce a nada positivo, al contrario, es factor de riesgo que trastoca la misma gobernabilidad.
Diríamos que esta es la tercera conclusión: como en los peores tiempos de la historia de México, el encono entre connacionales es un cáncer que ya hizo metástasis en todo el territorio nacional y ello no solo requiere un tratamiento muy agresivo para remediar el mal, sino que desde Palacio Nacional se cambie el discurso de encono para dar paso a la reconciliación nacional.
La cuarta conclusión se deriva de que con la participación masiva de la gente se está alcanzando la madurez democrática de un pueblo que ha sido aplastado por invasores y por grandes dictaduras; sin embargo, a partir de la revolución de 1910 ha evolucionado el sentido democrático del mexicano hasta llegar al pasado domingo, día que será un parteaguas en la evolución del México democrático.
El país es otro desde ayer y seguirá madurando ese halo democrático que vino a refrescar la vida institucional del país.
La democracia tomó un nuevo aliento desde el 6 de junio y de todas las sucesivas pruebas a la que será sometida, saldrá airosa, trátese de una consulta popular para enjuiciar a expresidentes o de una revocación de mandato, ya no digamos la siguiente elección presidencial.
La sexta conclusión es que la clase media y en general los sectores con más niveles educativos se han vuelto más activos electoralmente hablando y ello representa un halo de esperanza hacia el futuro.
Antes la apatía era parte del mexicano cuando de participar en las elecciones, tanto para votar como ser votado, se trataba; ahora se aprecia, como ocurrió también en año 2000, el de la alternancia con Vicente Fox, que cuando hay una causa mayor para dar un cambio, se mueve la sociedad.
Ahora sigue la actuación de los tribunales electorales en todo el país, y de todos los actores políticos, empezando por el presidente de la república, en el sentido de aceptar derrotas y reconocer triunfos ajenos, de ello dependerá el premio o castigo que la ciudadanía expresará sobre ellos con las armas que da la democracia.