La interacción entre los presidentes de los países más relevantes del mundo es una constante, no solo con encuentros bilaterales, sino en las reuniones de los jefes de Estado, como acaba de suceder con la cumbre de la COP26, en donde nuestro país estuvo dignamente representado por Marcelo Ebrard.
Es común observar en esos escenarios a los principales líderes políticos del orbe debatiendo sobre diversos temas, además de establecer las prioridades del país que representan en disímbolos rubros que van desde la migración, pandemia, seguridad, cambio climático, derechos humanos, democracia y alimentación, entre otros asuntos.
Sin embargo, ese dinamismo económico y diplomático de los mandatarios, no se observa en el presidente de México, quien en tres años de estar al frente del Poder Ejecutivo Federal, tan solo ha salido de México en dos ocasiones y una de ellas fue obligado por el ‘amigou Trump’ en su campaña reelecionista y que la postre perdió.
Ahora, acudió a Nueva York para estar presente en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU en una gira de dos días y en la que, a decir de él, hablará de la corrupción como factor de desigualdad, aunque AMLO no sea paladín de esta cruzada ni de la democracia, toda vez que ha convertido a Ricardo Anaya en un perseguido político y varios de sus parientes no son unas blancas palomas.
Candil de la calle, oscuridad de su casa.
Resulta inconcebible que en tiempos en que la globalización termina con el prurito que provocan las fronteras y la tan manoseada soberanía de los países, todavía existan posturas retrogradas que defienden permanecer resguardados tras sus fronteras, en lugar de salir y con ello dar a conocer la visión de determinado gobierno en torno a problemas domésticos e internacionales.
Para AMLO no es relevante hablar con otros jefes de Estado y menos buscar mediante agendas bilaterales reunirse con los mandatarios más relevantes del mundo. Tan solo hay que mencionar que a la cumbre del clima en Glasgow, que desdeñó, acudieron 120 jefes de Estado.
Cuando ha participado vía Zoom en reuniones de alto nivel, sus planteamientos son obtusos, mediocres y fuera de la realidad, como eso de creer que su programa bandera de Sembrando Vida sirvió de base al mundo para desarrollar un programa de reforestación mundial.
Solo en una cabeza que contempla lo que ocurre a su alrededor bajo la lupa de una realidad distorsionada, se atreve a decir semejante disparate.
La relación entre México y Estados Unidos, por decirlo de manera elegante, es de serios contrastes ya que mientras no se reúnan personalmente ambos presidentes, la relación está dañada.
AMLO manda mensajes ambivalentes, como por ejemplo, la contrarreforma eléctrica que afectaría a decenas de empresas estadounidenses. Por ello, la semana pasada el embajador Ken Salazar acudió a Palacio Nacional para transmitirle de viva voz a López Obrador el malestar y la preocupación de la Casa Blanca con la reforma que impulsa.
Los temas de seguridad y migración son altamente espinosos, al igual que la creciente presencia de los cárteles de la droga en territorio nacional, a grado tal que representan una amenaza para la seguridad interna de Estados Unidos, cuyo gobierno no descansará hasta que se reconozca a esos grupos criminales como terroristas.
La información que tienen las agencia de inteligencia, antidrogas y seguridad interna de la Unión Americana toca a diversos funcionarios de altísimo nivel del gobierno mexicano.
Esos expedientes están en el escritorio de Joe Biden y en su momento serán utilizados para reforzar sus peticiones al gobierno mexicano.
En resumen, la relación con su homólogo estadounidense es pésima, aunque no puede descomponerse a un nivel que inicien hostilidades, al contrario, de dientes para afuera simulan el trabajo conjunto en una agenda multilateral muy profusa, empero en corto, Joe Biden no ha buscado reunirse con AMLO porque sencillamente sus posiciones son irreductibles en torno a los temas más relevantes de la relación.
Eso es lo que ha construido AMLO en tres años y si bien es cierto que gestó una relación personal con Donald Trump que permitió, por ejemplo, establecer un muro humano en la frontera sur de México con los países centroamericanos y del Caribe, la realidad es que con el nuevo huésped de la Casa Blanca la relación se mantiene fría y distante, y, si a ello agregamos que el tabasqueño no quiere salir de territorio nacional, pues tantito peor.