La adelantada sucesión presidencial en Morena ha puesto las cosas al rojo vivo y con el paso de los meses se recrudecerán aún más las hostilidades entre las ‘corcholatas’ y Ricardo Monreal, quien no solo resultó ser una roca muy incómoda en el zapato del presidente, sino que se ha convertido en un candidato que está construyendo su proyecto en medio de los inclementes ataques de los radicales del partido.
El deseo presidencial es que el actual líder de los senadores morenistas se aparte de esa responsabilidad, empero, no se ha cumplido su voluntad en razón a tres hechos: las fortalezas políticas y la habilidad de conformar acuerdos y tender puentes de diálogo que tiene el zacatecano sobre cualquier otro senador de ese partido, son notables, es decir, en estos momentos no existe quien pueda llenar los zapatos de Monreal para buscar coincidencias en medio de los desencuentros con los opositores, incluyendo MC y el bloque plural.
Cierto, entre los senadores de Morena se hace más profunda la escisión, pero también es una realidad que Monreal todavía tiene el respaldo de la mayoría de ellos, no porque estén en contra de Andrés Manuel López Obrador, sino porque ese bloque asegura que la agenda legislativa del presidente siga avanzando en la Cámara alta.
El tercer elemento que impide mover a Ricardo Monreal de su actual posición es que en caso de que los radicales lo quiten, de inmediato los senadores de PAN, PRI, PRD, MC y Plural, además de los que lo apoyan de Morena, lo nombrarían presidente de la Mesa Directiva o, más aún ,de la Junta de Coordinación Política.
Este elemento disruptivo en el proyecto hegemónico de AMLO es bastante serio para detonarlo, sin tener el control del Poder Legislativo y como están las cosas, en lo que resta del sexenio, no lo tendrá en absoluto.
El bloque opositor en ambas cámaras impedirá que avance cualquier reforma constitucional impulsada por el presidente que requiera la mayoría calificada.
Sin ser considerado una ‘corcholata’, Ricardo Monreal se ha ganado su lugar como aspirante a suceder a Andrés Manuel, tal vez ni siquiera por el Movimiento de Regeneración Nacional.
La asistencia de Marcelo Ebrard a la plenaria de los senadores morenistas, en franco apoyo a Ricardo Monreal, no implica una rebelión, sino al contrario, significa la habilidad para estar cerca de aquellos que pueden tornarse como elementos de peso para mantener los equilibrios en la sucesión presidencial.
En momentos en que el cisma en Morena se recrudece en varios frentes y no solo en el Senado, es menester guardar la calma para no ensanchar la zanja que divide a ese partido.
La beligerancia matutina mostrada por el presidente López Obrador en contra de sus adversarios políticos y de las clases sociales que no le favorecen, no abona en nada en la restauración de la unidad en el seno de su partido.
Lo que subyace en este asunto es la sucesión presidencial y el acceso al poder, no obstante que 2024 aún está lejano.
Desde ahora no hay nada en el ámbito político que no pase por el crisol de la sucesión y ello en detrimento de mejorar la condición de vida de millones de mexicanos, quienes se encuentran sumidos en la marginación y la pobreza.
Mientras que los políticos se enfrascan en luchas estériles, la gente enfrenta sola, sin el apoyo del gobierno, la mayor crisis de la historia contemporánea del país.
Ya con un nuevo presidente de la Mesa Directiva del Senado veremos en qué condiciones arranca el segundo año de ejercicio de la LXV Legislatura, ya que por un lado, los contras o radicales se mantendrán en el empeño de expulsar a Ricardo Monreal, mientras que los demás senadores buscarán no ser un apéndice del Ejecutivo para solo convertirse en una oficialía de partes.
Los contrapesos entre poderes de la Unión son ahora más que nunca relevantes para mantener en pie a la nación, ante los embates del autoritarismo que pone no solo en riesgo a la democracia, sino a toda la vida institucional.
Así como en la Cámara de Diputados, los opositores ya pintaron su raya con el bloque oficialista, en el Senado también se recrudece la división y esto es loable para evitar que avancen proyectos como la reforma electoral o la militarización del país, por citar tan solo algunos casos.
En momentos en que se discute en la SCJN la prisión preventiva oficiosa, figura que atenta contra los derechos humanos, se hace más evidente la imposición del régimen dictatorial que desea que se haga su santa voluntad, en lugar de permitir que el Poder Judicial y el Legislativo desarrollen sus actividades con plena autonomía e independencia.
Los políticos a veces pierden la visión histórica y solo atienden la coyuntura.