Desde San Lázaro

La economía es un desastre

Producto principalmente de la corrupción que impera en el gobierno federal, se ha ensanchado la brecha entre ricos y pobres, manteniendo con alfileres la gobernabilidad y la paz social.

Aún a pesar de que la mezcla mexicana de petróleo sigue alta, 84.58; los excedentes que resultan del precio estimado en el Presupuesto, 55 dólares por barril, contra el valor de mercado, se destinan principalmente para comprar y subsidiar gasolinas, tan solo hay que recordar que el déficit comercial de 12 mil 994 millones de dólares para el primer semestre de este año se amplió por mayor importación de los combustibles.

Si a este déficit aunamos que la recaudación tributaria del año si bien ha sido mayor que 2021, lo cierto es que con lo recaudado, apenas se cubre con las exigencias presupuestales para 2022 y lo malo es que las perspectivas serán peores para 2023.

La única opción real para cubrir el déficit es mediante la contratación de deuda y párele de contar.

Los sobrecostos que han requerido las tres obras insignia del presidente: el aeropuerto de Santa Lucía, refinería de Dos Bocas y Tren Maya, asfixian las finanzas públicas y dejan con muy poco margen a las autoridades hacendarias para cubrir las ocurrencias del jefe del Ejecutivo federal, como la conformación de una línea aérea militar.

La economía mexicana es un desastre, pero no crea estimado lector, que se deba tan solo a los efectos de la pandemia o a la invasión rusa a Ucrania o la inflación mundial, sino principalmente se ha generado por yerros y malas decisiones asumidas por el presidente.

Ante el recelo y la desconfianza de los inversionistas, están detenidas la inversión y la creación de empleos formales, al tiempo que la economía se mantiene en niveles promedio de crecimiento anual de 1 por ciento, no obstante que las exportaciones del país hacia Estados Unidos están estables.

En poco menos de cuatro años, el gobierno de la autollamada 4T está reprobado en el manejo de la economía y, lo más grave, tardará por lo menos un lustro para que se vuelvan a tener los niveles en los principales indicadores económicos que se tenían al término del sexenio de Enrique Peña Nieto.

Concuerdo totalmente con los diputados Brasil Acosta Peña y José Antonio Gutiérrez Jardón, quienes aseguraron que “la economía de la 4T es un desastre, hay problemas inflacionarios, baja inversión, salida de capitales, obras al doble del costo que se dijo y disminución del salario real”.

Las promesas de Andrés Manuel López Obrador de que estaríamos creciendo anualmente a un nivel de 4 por ciento anual, solo fueron otra fantasía del tabasqueño, ya que la realidad es que se ha reducido el pronóstico de crecimiento por parte de la OCDE de 3 a 1.5 por ciento para 2023, situación que puede generar una crisis severa.

No hay progreso económico, científico y tecnológico para ponerlo al servicio de nuestro país.

Advierten los legisladores que “los elementos de la realidad nos dicen que no se ve la luz al final del túnel y que la luz que se ve es la de una locomotora que viene con fuerza a aplastarnos. Es decir, la locomotora de la economía de la 4T, pero preparémonos para el embate de ese tren, pero al mismo tiempo preparémonos para parar a ese tren”.

Después de cuatro informes de gobierno del Ejecutivo federal, la economía mexicana sigue estancada y la promesa de crecer al 4 por ciento anualmente en 2024 ha quedado en una simple anécdota, mientras las familias mexicanas están sufriendo las consecuencias.

La inflación es la más alta de los últimos 21 años al alcanzar una tasa general de 8.7 por ciento y una de 14 por ciento en los productos alimenticios; pese a que el Banco Mundial aumentó las previsiones de crecimiento para México este año, de 1.7 a 1.8 por ciento, para 2023 marcó una reducción de 1.9 a 1.5 por ciento.

En el rubro de generación de empleo, el registro de trabajadores ante el Seguro Social apenas alcanzó un millón 157 mil en casi cuatro años, mientras la producción total promedio de crudo en 2020 se ubica en 1.67 millones de barriles diarios, cuando en 2018 era de 1.8 millones.

Los números no mienten, por lo que se debe reconocer que el rumbo económico no es el esperado y las consecuencias negativas de la caída de la economía sobre el empleo, los ingresos y los niveles de pobreza, son más que evidentes.

Mientras que por un lado nos enteramos de que la clase gobernante se enriquece y que ha salido al descubierto en el libro El rey del cash escrito por la periodista Elena Chávez; por otro, la austeridad franciscana impulsada por AMLO solo afecta al pueblo bueno y sabio.

Este contraste, producto principalmente de la corrupción que impera en el gobierno federal, ensancha la brecha entre los ricos y los pobres y mantiene suspendida por alfileres la gobernabilidad y la paz social.

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