Desde San Lázaro

El Ejército, entre la espada y la pared

El secretario de la Sedena con el presidente de la República han asumido la entera responsabilidad de mantener la gobernabilidad en el país que pende por alfileres.

Dirán misa, pero la inseguridad y la violencia carcomen a México, no obstante la participación de los militares en tareas de seguridad pública, a quienes no les preguntaron si querían ser policías, sino simplemente los lanzaron al ruedo a recibir injustamente el descredito popular.

Así fue durante los sexenios de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto y ahora con mayor presencia, con Andrés Manuel López Obrador, quien en campaña se llenaba la boca con epítetos en contra de las fuerzas castrenses, pero que, ahora, ha investido a la Sedena con mayores poderes que ningún otro presidente democrático les había otorgado, representando con ello, la vuelta a la militarización y a regímenes antidemocráticos.

Así seguirán en las calles y no en los cuarteles hasta el 2028 y con ello marcharán paralelamente; la violación fragante de los derechos humanos; la incapacidad del Estado de proteger a los mexicanos y la vigencia de una estrategia fallida para combatir a los criminales.

El narcoterrorismo es otro estigma que no podrá evadir la actual administración, así como la pérdida de territorio nacional a manos de los criminales.

Desde los tiempos de Benito Juárez se luchó por acotar el poder de los militares a lo expresamente señalado en la Constitución, ni más ni menos, y luego durante la Revolución y el México posrevolucionario, hubo especial atención por mantener a las Fuerzas Armadas en los cuarteles, salvo en situaciones en donde se requería su presencia para apoyar a la población en desastres naturales y siniestros.

Bueno, pues eso está cambiando al transgredir la finísima línea que separa la participación de los mandos militares en política, como quedó registrado con los recientes discursos del titular de la Sedena.

El apoyo del Ejército a dictadores está registrado en los anales de la historia mexicana y son de los capítulos negros que las actuales generaciones no deben olvidar.

Acudir a la historia es la mejor manera para vislumbrar el mejor camino hacia el futuro.

En este contexto, inquieta y preocupa el nuevo papel que tienen las Fuerzas Armadas en el gobierno de la autollamada Cuarta Transformación y que a todas luces va a contracorriente del orden constitucional, del régimen democrático, la división de poderes y del federalismo.

El desencuentro ocurrido entre el general secretario Luis Crescencio Sandoval y los senadores y diputados opositores, no se trata tan solo de visiones encontradas, sino de establecer el modelo de gobierno que tendrá México a partir de que el presidente López Obrador llegara al poder y de que confirió a la fuerza castrense, poderes metaconstitucionales.

Ha dicho el jefe del Ejecutivo federal que se ha incorporado a los militares a otras tareas como constructores, administradores y policías, para que, los que vengan, sobre todo si son conservadores, les cueste trabajo cambiar las cosas. Es decir, el Ejército defenderá incluso con las armas, faltaba más, la herencia del tabasqueño.

El respeto irrestricto de la ley ha quedado en el pasado y ahora solo vale la voluntad del presidente.

El Ejército también es pueblo y a ellos se refirió el presidente Benito Juárez cuando asumió el poder: “Militares que alguna vez habéis servido bajo las banderas de la tiranía, recordad que vuestra divisa es el honor y la lealtad, y que las armas que la nación ha puesto en vuestras manos solo debéis empuñarlas para sostener la libertad y sus derechos”.

Por lo menos en lo que resta del sexenio, el fracaso de la estrategia de “Abrazos, no balazos”, se le seguirá cargando al Ejército, cuando ellos son los menos culpables, empero, los pusieron en el paredón de los fusilados y allí recibirán la furia de la ciudadanía.

Están entre la espada y la pared. Por un lado, deben obedecer ciegamente a su comandante supremo, al atender instrucciones que contravienen su formación castrense; por otro, soportar el embate de las críticas y el rechazo.

Al convertirse el titular de la Segob en vocero de Morena, el secretario de la Sedena con el presidente de la República han asumido la entera responsabilidad de mantener la gobernabilidad en el país que pende por alfileres.

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