Desde San Lázaro

Un presidente de medio tiempo

De acuerdo al hackeo realizado por los Guacamaya Leaks, el presidente López Obrador tiene una agenda cotidiana que empieza en la madrugada y termina al mediodía.

De acuerdo a diversas versiones y al hackeo realizado por los Guacamaya Leaks, el presidente López Obrador tiene una agenda cotidiana que empieza en la madrugada y termina al mediodía, en promedio, cuando no está de gira, trabaja 6 horas diarias y eso si no se atraviesa una cita médica.

Dicen que su jornada laboral empieza a las 5 de la mañana y culmina a las 11 del mediodía, la mayor parte de este tiempo lo dedica a la mañanera y al gabinete de seguridad.

En su presidencia Luis Echeverría empezaba su jornada a las 7 de la mañana y culminaba hasta pasada la medianoche, aunque sus principales colaboradores tenían que estar tocando base con su particular, porque no era extraño que el “señor presidente” los llamara por algún asunto de su competencia, en la madrugada.

Después, con José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, los horarios laborales eran extenuantes, con jornadas más allá de las 12 de la noche, incluyendo los fines de semana.

Vino la alternancia con el PAN y Vicente Fox y sorpresivamente terminaba de laborar a las 5 de la tarde, hora que, cuando podía, emprendía la partida a su rancho de Guanajuato.

Con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto los horarios de trabajo volvieron a la dinámica que tenían los presidentes anteriores.

Hoy vemos con sorpresa que AMLO termina su agenda a las 11 de la mañana para luego descansar, comer y luego atenderse su salud.

Más allá del tiempo que dedica el jefe del Ejecutivo federal para cumplir con sus responsabilidades, lo relevante son los resultados y en eso, Andrés Manuel López Obrador está reprobado, a tal nivel que, de acuerdo a los datos duros, es la peor gestión de por lo menos, los últimos 30 años.

La crisis económica que se desencadenó por una serie de decisiones del tabasqueño y de la nueva conformación del Paquete Económico del 2019, en donde se privilegiaron las obras insignia como el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, así como los programas de política social con tintes electorales como Jóvenes Construyendo el futuro o el apoyo a los adultos mayores, empezaron a conformar lo que ahora es la tormenta perfecta.

La decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco provocó un enorme boquete en las finanzas públicas y que aún pasarán varios años para saldar las deudas acarreadas por ese yerro mayúsculo.

Así podemos enumerar varios indicadores, entre los que destaca la inseguridad pública que arroja saldos de terror, como los 44 mil 357 homicidios a lo largo de 2022, lo que significaría la cifra más alta en los últimos 12 años, amén de las desapariciones y en general, el control que tienen los criminales de vastas regiones del territorio nacional.

El desabasto de medicamentos, migración, militarización, corrupción y falta de transparencia; la carencia de inversiones y la quiebra técnica de Pemex son solo algunos rubros en donde se plasma con toda severidad la incapacidad que ha tenido este gobierno para hacer bien las cosas.

Tenemos un presidente de medio tiempo y enfermo que solo atisba con las conferencias matutinas tapar el sol con un dedo, pero que, en realidad, no asume ninguna culpa y no presenta ningún resultado positivo en los temas más relevantes para el país.

Incluso ha descompuesto lo que funcionaba bien y tardará muchos años en volver a los niveles en los que recibió de la administración anterior.

Muy su gusto, si el presidente trabaja medio tiempo, pero lo que no se vale es que la vida de millones de mexicanos están en sus manos tanto para mejorar o empeorar sus expectativas de vida, de desarrollo económico y de, por los menos, tener acceso a eso que llaman la inclusión social.

Con el catálogo de acciones desarrollado por el Foro de Sao Paulo, AMLO pretende emular a los Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Miguel Díaz-Canel y otros dictadorzuelos de la región que han sumido a la población en la pobreza extrema.

La única prioridad en la agenda diaria del presidente es como mantener el poder más allá del 2024 y con eso en mente, despliega sus habilidades para que, los legisladores, aprueben su agenda, al tiempo de comprar voluntades y votos por medio de los programas de política social y de cooptar organismos públicos supuestamente autónomos e independientes del Poder Ejecutivo, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la Fiscalía General de la República y hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, entre otros.

Entre las enfermedades que aquejan al presidente y que varias veces han puesto en peligro su vida y el reducido tiempo que le dedica a los asuntos “delicados”, se desenvuelve el gobierno de la autollamada 4T y que, por los resultados, es un verdadero fracaso.

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