La ruptura más reciente y emblemática en el seno del Revolucionario Institucional, esa que partió en dos al partido y dio pie a la creación del PRD, como fiel representante de la izquierda mexicana, es una lección que retoma fuerza en la actualidad, sobre todo cuando observamos en el partido en el poder las mismas prácticas de canibalismo político, cerrazón y agandalle que caracterizaban al PRI, cuando fue catalogado por el escritor Mario Vargas Llosa, como la dictadura perfecta.
Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo rompieron con los tricolores, luego de que se les cerraron las puertas de interlocución al interior del partido y por supuesto con el mismo presidente Carlos Salinas de Gortari y fundaron el Partido de la Revolución Democrática hace 33 años, el 5 de mayo de 1989, al que se sumaron varios connotados militantes de la izquierda como Ifigenia Martínez, Heberto Castillo, Gilberto Rincón Gallardo, vamos, hasta un tal Andrés Manuel López Obrador.
Desde luego, el fondo de las rupturas tienen que ver con la imposibilidad de seguir avanzando en la obtención de candidaturas y puestos de mando, amén de cercenar la posibilidad de avances democráticos en el seno de los institutos políticos.
Ahora con un nuevo partido político en el poder y con el predominio en 21 de las entidades del país, se empieza a esbozar la nueva historia hegemónica de Morena, con un líder moral que pretende establecer un símil con el PRI, en cuanto a la permanencia en el poder.
Así como irrumpió Morena de forma vertiginosa en el escenario político, a tal nivel de empoderamiento que en muy poco tiempo logró acceder a la Presidencia de la República, de igual manera, juzgan los especialistas e historiadores, podría darse su extinción de forma acelerada.
La lucha fratricida que se vive en el seno de Movimiento de Regeneración Nacional no es para asustar a nadie, ya que estas disputas ocurren en todos los partidos políticos, aunque la diferencia estriba en que, paradójicamente, no existen los liderazgos operativos que generen respeto y reconocimiento real de la militancia y que logren apaciguar las aguas.
Mario Delgado es una marioneta que no tiene capacidad ni habilidades propias para consolidar su liderazgo al frente de Morena.
No ha aprovechado el tiempo que tiene al frente de ese partido para consolidarse como líder, al contrario, el poco capital político que pudiera tener lo desperdició en maltratar a los grupos que no fueron favorecidos con candidaturas, al tiempo de abrir espacios a tránsfugas de otros partidos, además de –lo más grave– engañar al presidente López Obrador con datos sesgados derivados de las encuestas que a la postre avalan el dedazo del principal huésped de Palacio Nacional.
En tanto, AMLO se ocupa desde la presidencia del país de establecer las bases para instaurar “la dictadura perfecta” y, por ende, no tiene tiempo para meterse en las tripas de Morena, y terminar con los conflictos existentes entre las tribus y los diversos protagonistas, que van desde las corcholatas, pasando por gobernadores y los liderazgos regionales. Morena se encamina a un choque de trenes ocasionado por el prematuro destape y la permisibilidad de AMLO para que se hagan pedazos.
Claudia Sheinbaum ha repartido parejo contra sus adversarios políticos y no ha dejado a títere con cabeza. Un día le pega a Marcelo Ebrard y otro a Ricardo Monreal, al tiempo que la guerra sucia se incrementa contra Adán Augusto López.
En esa misma línea se desenvuelven los militantes, arribistas y tránsfugas. Todos se dan con todo y no respetan ni a su “jefecita”. Tan solo basta observar lo que ocurre en el Estado de México y Coahuila para ejemplificar el canibalismo político.
En este contexto, es hasta lógico vislumbrar la escisión que se avecina en Morena y esta no solo romperá con los frágiles equilibrios que prevalecen en diversas entidades, sino se dará al más alto nivel con el senador Ricardo Monreal y grupo que lo acompaña.
El líder de los senadores morenistas se prepara desde hace tiempo para mantenerse vivo en cuanto a sus aspiraciones en el espectro político y, por supuesto, no será con Morena.
La gota que derramó el vaso fue la beligerancia de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, contra el zacatecano, en donde la mano negra de Claudia Sheinbaum ha sido más que evidente.
Al llamado del exjefe del gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, sobre la posibilidad de que Ricardo Monreal pueda encabezar al bloque opositor para competir por la Presidencia de la República, se suman otros personajes de Morena que acompañarían al senador en esa aventura política.
Ya falta poco para correr el telón de la escisión en Morena, mientras seguiremos observando cómo el fuego amigo contra Monreal daña de forma severa a AMLO y a su partido político.