Desde San Lázaro

Morena, en el cenit del poder

La ola guinda de Morena ya abarca más de 70 por ciento del territorio nacional y busca ampliar su presencia sobre el Estado de México en las elecciones de junio.

La alternancia política en las entidades federativas es una manzana muy apetitosa para deglutir por parte de los ciudadanos, quienes se ven tentados a desplazar a sus gobernantes por otras opciones políticas que prometen que van a dar mejores resultados, aunque ya sentados en el poder, hacen las cosas peor que sus antecesores.

La ola guinda de Morena ya abarca más de 70 por ciento del territorio nacional y busca ampliar su presencia sobre el Estado de México en las elecciones de junio, en donde estará en juego la gubernatura y en la cual Delfina Gómez se perfila para terminar con el principal bastión del priismo en el país.

Con la presidencia de la República y la mayoría simple en el Congreso, el partido oficial busca ampliar su presencia en aquellas entidades donde gobiernan otros partidos políticos, como el PAN. Sin embargo, en los comicios de 2022 se observó una tendencia en contra de Morena y rémoras; por ejemplo, de las seis gubernaturas que estuvieron en juego, Aguascalientes y Durango las ganaron los aliancistas, conformados por el PAN, PRI y PRD.

Existen múltiples factores para explicar el avance territorial y electoral en poco menos de 10 años del partido Movimiento de Regeneración Nacional, aunque el más relevante es la sólida presencia electoral que tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Actualmente, Morena y sus aliados gobiernan en 22 entidades y en este año serán 23 con el Estado de México, para buscar refrendar su halo victorioso en las elecciones de 2024, en donde estarán en juego nueve gubernaturas, además del Congreso y por supuesto, la presidencia de la República.

La gran pregunta surge de inmediato: ¿podrá ese partido mantener su hegemonía luego de que termine la administración de López Obrador y este se retire a su finca de Palenque, Chiapas, como lo ha prometido en infinidad de ocasiones o mantendrá su activismo para consolidar el proyecto político que gestó con Morena?

Ya falta poco para responder a esa interrogante, menos de año y medio, mientras tanto observamos en la gráfica relativa a la presencia territorial de Morena, un impresionante avance que todavía no alcanza su cenit y que espera obtener este mismo año con el triunfo en la entidad mexiquense; sin embargo, empezará a declinar en 2024 con la pérdida de la capital del país a manos de los aliancistas, quienes ya formalizaron su bloque político con el PAN, PRI y PRD para buscar quitarle su principal bastión a Morena y con ello, en un efecto dominó desplazar a ese partido y sus aliados, en otros estados en los que habrá elecciones como Chiapas, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Ciudad de México.

Si se quita el liderazgo de López Obrador, no existe en estos momentos alguien que lo pueda suplir para mantener esa inercia ganadora.

Cierto, a nivel regional, los propios gobernadores de Morena y aliados representan ese liderazgo, empero, un personaje del nivel de AMLO que pueda mantener el proyecto hegemónico para las dos próximas décadas es difícil de encontrar.

En el escenario que fuera Claudia Sheinbaum la próxima presidenta de la República, ello no garantizaría que Morena mantuviera el poder en las entidades que gobierna al día de hoy; al contrario, la decepción de los ciudadanos por esta opción política iría en incremento hasta desplazar a los gobernantes surgidos de Morena y sus aliados.

Tal vez Marcelo Ebrard pudiera ser esa figura pública que lograra consolidar la herencia política de AMLO, esa que él llama la cuarta transformación, empero, los principales adversarios que tendría que derrotar están incrustados en Morena y no en los partidos políticos opositores.

En cualquiera de los casos, el presidente y su partido deben estar satisfechos de los logros alcanzados en tan breve tiempo y esa estela ganadora les alcanzará para sortear el duro escollo que representan los comicios de 2024.

Es evidente que Morena está en pleno auge, pero el enemigo que destruirá este partido anida en sus entrañas y solo será cuestión de tiempo para que las luchas fratricidas pongan en riego su permanencia en el poder.

No olvidemos que buena parte de la militancia proviene del PRI y del PRD y ello, ya de suyo, representa una bomba de tiempo que por el momento la tiene contenida el presidente Andrés Manuel López Obrador, pero a falta de su liderazgo a partir de que deje la presidencia, seguramente se harán pedazos, sin que nadie impida el inicio del debacle de Morena.

La creciente participación de la sociedad civil en temas torales, como por ejemplo la defensa de la democracia y la repulsa al crecimiento del crimen organizado, es un factor relevante que se convertirá en el fiel de la balanza.

COLUMNAS ANTERIORES

Es Kamala
Una digna Corte de ocho ministros

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.