Desde San Lázaro

Gordillo, con hambre de poder

Elba Esther cuestiona al presidente López Obrador por tener un país polarizado, con violencia y narcotráfico descontrolados, que no piensa ni pone el foco en la juventud.

Elba Esther Gordillo se ha sumado a la ofensiva anti-AMLO. Se quiere sumar a la ola, aunque no deja de parecer que sus movimientos son forzados. Abrió fuego con un tuit para responderle al presidente López Obrador por señalarle su participación en la corrupción del ISSSTE y en el fraude electoral de 2006; siguió con un comunicado largo y confuso (con faltas de ortografía y problemas de redacción) en el mismo tenor; concedió una entrevista a Guillermo Ortega en la televisora de esta casa, El Financiero Bloomberg, y se metió ‘En la cama de Alberto Peláez’, programa en la faceta de youtuber del excorresponsal de Televisa, todo justo antes del 15 de mayo, fecha en que la República rinde un homenaje al magisterio mexicano.

En principio, la intención de Gordillo, según sus decires, es deslindarse de la corrupción de Miguel Ángel Yunes al frente del ISSSTE; hacer parecer amenazante y autoritario al presidente Felipe Calderón —en cuyo gobierno acumuló más poder— y decir un ya basta a AMLO, a quien tilda de mentiroso.

Más allá de una serie de afirmaciones inconexas y de errores garrafales, como confundir al histórico activista y dirigente ferrocarrilero, Demetrio Vallejo, como parte del movimiento magisterial, y no recordar el nombre de Othón Salazar, quien sí lo fue, la lideresa octogenaria tiene hambre de poder.

Al comienzo del sexenio, intentó que el gobierno entrante la repusiera al frente del sindicato magisterial. Reuniones con Olga Sánchez Cordero, Zoé Robledo y una de sus debilidades, Esteban Moctezuma, rondaron el asunto y, por angas o por mangas, el gobierno decidió no intervenir a la vieja usanza en el sindicato magisterial. Elba Esther, quien llegó a la dirigencia del SNTE impuesta por Carlos Salinas de Gortari, en una operación comandada por Manuel Camacho Solís y Marcelo Ebrard, quiso repetir la experiencia, pero no logró convencer a López Obrador.

Luego vino la reforma laboral y la obligación legal de los sindicatos para renovar sus dirigencias con elecciones libres, con voto universal, directo, secreto e intransferible. La heredera de Carlos Jonguitud Barrios (cuyo exilio negoció con Salinas), vio una oportunidad para inmiscuirse nuevamente en la vida sindical e impulsó a su sobrino, el chiapaneco Ricardo Aguilar Gordillo (amigo del senador verde, Eduardo Ramírez y excolaborador cercano del también senador y también verde, Manuel Velasco), a armar una disidencia magisterial, pero no han logrado tener éxito en ninguna de las secciones sindicales que han tenido elecciones. Nomás no pintan.

Tras ambos fracasos, y sin poder, intenta franquearse camino en la oposición e incidir en la sucesión presidencial, como ella misma lo da a conocer. Corrijo, aún le queda un resabio de poder, la estridencia de sus declaraciones es un apetitoso bocado para medios que desean aumentar su rating o sus seguidores. Por eso se ha sentado con aquellos que contribuyeron a desnudar sus excesos y su enriquecimiento a costa de las cuotas de los maestros y los sablazos a gobernadores.

Ahora, pretende hacer creer a dirigentes del Frente Cívico Nacional, a Dante Delgado, a Lilly Téllez y a la corcholata tabasqueña, Adán Augusto López, que todavía tiene canicas. Juega con Marcelo Ebrard como un comodín al centro. Pareciera que le tiende la cama para construirle una coalición opositora como red de caída al aún canciller obradorista.

Con Peláez, comentó su encuentro con el secretario de Gobernación, con quien bromeó porque los tabasqueños Roberto Madrazo y López Obrador no le tienen simpatía y espera que él no sea igual. Desdeñó a Claudia Sheinbaum y trató como estadista a Ebrard. No se da cuenta que cada vez que elogia a su amigo, en vez de ayudarlo, lo hunde, le transfiere negativos. Ya le han mandado decir que no salpique, pero se va como hilo de media.

Su pleito con Miguel Ángel Yunes, en la antesala de la candidatura de uno de sus hijos a la gubernatura de Veracruz, no tiene buenos presagios. Yunes no está manco, dicen los jarochos. A esto, se suman sus reiterados insultos a Roberto Madrazo y sus, esas sí, novedosas acusaciones a Calderón.

Pero nada se compara con las descalificaciones de Elba Esther al presidente López Obrador, a quien, de una u otra manera, en uno u otro espacio, cuestiona por tener un país polarizado, con violencia y narcotráfico descontrolados, que no piensa ni pone el foco en la juventud, alguien que la critica de corrupción y fraude “porque el león cree que todos son de su condición”.

En varias de sus entrevistas y declaraciones suele dejar ver que lo que la tiene más “decepcionada”, es el nombramiento en la SEP de Leticia Ramírez, aunque algo le falla en la memoria, porque afirmó que la hoy secretaria de Educación tomaba las calles cuando AMLO era jefe de Gobierno, lo cual es impreciso, para ese entonces, Ramírez ya trabajaba con él en Atención Ciudadana.

Todo parece indicar que Gordillo no se va a detener y seguirá dando de qué hablar, su hambre es insaciable, como ella dice de sí misma, genio y figura, hasta la sepultura.

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