Desde San Lázaro

Método para convertirse en la corcholata ganadora

Los únicos que pueden derrotar a Morena son ellos mismos, entonces esa es y será la mayor preocupación del presidente de la República.

Si el resultado de las encuestas va a ser el método para ser ungido con la candidatura presidencial de Morena y rémoras, pues lo más lógico es que las corcholatas se dediquen en cuerpo y alma a que cada vez más militantes y población en general los conozcan y los aprueben, sin embargo, existe otro factor que es más importante que ganar en los estudios demoscópicos y es precisamente la venia del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Estamos hablando de lealtad, de cuidar el proyecto de la transformación y proteger al expresidente y su familia, al tiempo de acatar las instrucciones que provengan del tabasqueño.

En esta lógica se explica, por ejemplo, que Marcelo Ebrard haya anunciado la creación de la secretaría de la cuarta transformación, que velaría por la continuidad de los programas de política social de AMLO, al operar con recursos presupuestales etiquetados, así como poner en funcionamiento la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, el aeropuerto Felipe Ángeles y otras obras insignia de la actual administración, como el tren interurbano Toluca-CMDX y el proyecto de desarrollo del istmo de Tehuantepec, entre otras; para lo cual propuso el excanciller a Andrés Manuel López Beltrán, Andy, como titular de esta dependencia.

Este tipo de propuestas si bien llaman a la suspicacia e incluso a la sorna, en la mente del gran elector hace mella y abre más su corazoncito para que pase su “carnal”.

Las corcholatas deben trabajar para dos públicos: uno, la militancia y la población; el otro, López Obrador.

No ganará la candidatura de Morena quien tenga los mayores porcentajes de aceptación en las muestras seleccionadas para este ejercicio, sino aquel que también le “llene el ojo” plenamente a AMLO, es decir, aquel que cumpla con los requisitos de lealtad, sumisión, inteligencia y empatía total con él y su familia.

Por ello, otra de las corcholatas, escogió el camino de atacar a los mismos detractores de su jefe, a esos conservadores, fifís y prensa vendida y a todos aquellos que han sido llevados al paredón de las mañaneras.

Otra corcholata intenta copiarlo en todo, en el modo de hablar, de frasear, de hacer suya la cosmovisión del tabasqueño, de replicar buena parte de lo que dice todas las mañanas desde Palacio Nacional.

Tanto Marcelo, como Claudia y Adán, están en esa lucha fratricida por convencer a AMLO de que son los idóneos para sucederlo, por ello, están dispuestos a dejar la dignidad, la independencia e incluso, sus ideales, en un segundo plano con tal de ganar la nominación.

Estos tres personajes están dispuestos incluso, a “comer piedras”, si ello hace feliz al gran elector.

Entonces, deben ser muy inteligentes para ganar en cinco encuestas que se aplicarán para elegir al candidato del oficialismo y paralelo a ello, avanzar en el corazón, la mente y los sentimientos del presidente de la República.

Los que conocen a AMLO y por la vasta biografía que existe para escudriñar su perfil psicológico, hablan de un tipo autoritario, inhumano y soberbio, indispuesto a escuchar sugerencias u opiniones que vayan en contra de lo que él piensa y decide, por ello, el reto que tienen estos tres personajes, es mayúsculo.

De los seis suspirantes, hemos sacado de la ecuación a Ricardo Monreal, Manuel Velasco (ya decidió bajarse) y Gerardo F. Noroña, por evidentes razones, la principal es que no están en el mismo rango de confianza y popularidad que tienen Ebrard, Sheinbaum y López Hernández.

La encuesta y la predisposición presidencial para elegir al candidato son un binomio indisoluble para destapar a la corcholata ungida.

El presidente López Obrador tiene que justificar su decisión en torno a la elección de su corcholata con que sea competitivo en las encuestas, en tal sentido, la diferencia entre el primero y segundo lugar debe ser superior a por lo menos ocho puntos porcentuales para que no se le haga bolas el engrudo al “señor”.

Vamos a imaginar que el presidente quiere mantener su decisión de que Claudia Sheinbaum sea la elegida, pero esta pierde en las encuestas, entonces el tabasqueño no podría imponer su voluntad sin que hubiera una profunda ruptura.

O viceversa, que quien resulte el mejor calificado por las encuestas, no tenga la confianza plena del jefe del Ejecutivo federal, entonces en menudo lío estaría el proyecto transformador de la 4T para el futuro, o más claro estaría en riesgo el obradorato.

Si se transparentan totalmente los resultados de las encuestas como lo exigen las corcholatas, entonces puede meter en un predicamento al gran elector, más si el resultado no es compatible con sus deseos.

Veremos qué ocurre en los próximos 75 días, aunque es un hecho, que pase lo que pase, el fuego amigo subirá de tono a niveles insostenibles, al tiempo que mantener la unidad y la cohesión al interior de Morena será una misión imposible.

Los únicos que pueden derrotar a Morena son ellos mismos, entonces esa es y será la mayor preocupación del presidente de la República.

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