Pemex se diluye entre los dedos del presidente como petróleo entre las manos y por más esfuerzos populistas que hace, solo sirven para complicar la operatividad del otrora orgullo de los mexicanos.
Hace unos días la calificadora internacional Fitch le volvió a bajar a Petróleos Mexicanos la nota de BB– a B+ con perspectiva negativa, lo que acrecienta las dificultades financieras de la petrolera más endeudada del mundo.
La calificadora tomó su decisión por el persistente y débil desempeño operativo de la petrolera, que ha reducido los puntajes de los criterios de medioambiente, sociedad y gobernanza.
La caída del grado crediticio de Pemex limitará aún más sus fuentes de financiamiento de bancos, inversionistas y proveedores.
Y viene lo más grave, la petrolera enfrenta vencimientos de bonos por 4 mil 600 millones de dólares en 2023, esto a pesar del rescate que prometió AMLO con recursos de la SHCP.
Con la explosión en la plataforma marina en Nohoch-Alfa en Cantarell, Campeche, se redujo la extracción del oro negro y queda en evidencia el recorte criminal del gasto para mantenimiento y para la prevención de accidentes, que en lo que va del sexenio se ha reducido en un 48 por ciento.
El austericidio afecta a todas las áreas operativas de Pemex y el mal manejo administrativo de Octavio Romero, quien cobra como director general de la empresa, la ha puesto al borde de la quiebra financiera.
“Por el Rescate de la Soberanía”, lema actual de Petróleos Mexicanos, pinta de cuerpo entero la estrategia que implementó el gobierno de la 4T, al pretender regresar 50 años al pasado con la égida del Estado en las áreas estratégicas de la extracción, producción, refinación e inversión pública, políticas que han fracasado rotundamente.
La tan cacareada soberanía energética al evitar la importación de combustibles ha quedado enterrada en el cementerio de las mentiras, porque cada vez se aleja más ese escenario de la realidad, ya que ni con la entrada en operación de la refinería de Dos Bocas –si es que algún día de este sexenio empieza a refinar los 128 mil barriles de combustibles diarios a los que se comprometió el presidente–, se podrá llevar a cabo este sueño guajiro, toda vez que la poca productividad que presentan las seis refinerías que operan en la actualidad, hará imposible esta otra promesa presidencial incumplida.
El agrónomo que despacha como director en esta empresa productiva del Estado, le está dando la puntilla por decisiones populistas como la estatización, al sacar a la iniciativa privada de áreas en donde se requería su inversión, como la explotación de nuevos yacimientos en áreas profundas o simplemente, en darle mantenimiento mayor a las plataformas petroleras o a revertir el daño ambiental que provoca.
Un país productor de petróleo tiene que mantener el precio bajo de las gasolinas, pero con AMLO pasa lo contrario para mantener las finanzas del gobierno y darle cierto respiro a las de Pemex.
AMLO prometió en campaña que el litro de gasolina iba a ser de 10 pesos, sin embargo, ahora está más cara que en el sexenio de Peña Nieto y seguirá subiendo hasta quitar el subsidio porque ese billete lo necesita la hacienda pública para tener recursos y financiar el gasto corriente del gobierno.
El presidente López Obrador apostó sin los estudios técnicos, ambientales, operativos y de rentabilidad a la construcción de la refinería de Dos Bocas en su tierra natal, y luego de casi cinco años y 18 mil millones de dólares destinados a su construcción, a la fecha no refina nada, no obstante haber sido inaugurada en julio del año pasado.
Desde hace varios sexenios, Pemex va en picada debido a múltiples razones entre las que destacan la corrupción, la ineptitud, el sindicalismo charro y la pésima administración, problemas que se han recrudecido con Octavio Romero Oropeza y para cuando termine su gestión al frente de lo que queda la empresa, pasará a la historia como el funcionario que le dio el último empujón hacia el precipicio.
Podría sonar exagerado pero es la verdad y lo más grave es que ese escenario para Pemex se trasladará a las finanzas públicas del gobierno federal y ello, de suyo, pondrá a México al borde de otra crisis económica de proporciones mayúsculas.
El próximo presidente, sin importar su origen partidista, tendrá que lidiar con esta bomba de tiempo ya que sus márgenes para rescatar a Pemex estarán muy acotados por los enormes pasivos que enfrenta y la caída en la capacidad de extracción. Pero sobre todo porque el mundo camina hacia el consumo de las energía limpias y sustentables para dejar atrás a los combustibles fósiles.