Desde San Lázaro

Las tres mentiras ‘piadosas’ de AMLO

Una de las mentiras de López Obrador es que tendremos un sistema de salud pública igual que el de Dinamarca, cuando los pacientes viven un martirio para conseguir medicamentos.

De las mentiras cotidianas que pronuncia el presidente, hay tres que son tan evidentes que los propios “amlovers” reconocen que están muy alejadas de la realidad; la primera es que tendremos un sistema de salud pública igual que en Dinamarca, cuando los pacientes solo requieren que esté como lo dejó Peña Nieto.

El largo peregrinar por conseguir medicamentos oncológicos o para tratar casos psiquiátricos, ya no digamos vacunas contra el Covid-19 autorizadas por la Organización Mundial de Salud o una cama en algún hospital público para una persona que está en alto nivel de vulnerabilidad; es un martirio para quien tiene la necesidad de atención médica urgente y especializada.

Eso lo padecen, por ejemplo, los adultos mayores, quienes destinan buena parte de su pensión que les da el presidente para comprar sus medicamentos y pagar sus consultas.

De igual manera ocurre con todos aquellos beneficiarios de los programas sociales del gobierno que ya no cuentan con el apoyo institucional, porque simple y sencillamente López Obrador terminó con la política asistencial de otros gobiernos o aniquiló las instituciones públicas, en aras de una austeridad franciscana que en la práctica no consiste en ahorros, sino en desviar esos recursos precisamente a sus obras insignia y al gasto social, entre otros rubros que requieren más y más dinero como la deuda de Pemex, el pago de bonos por la cancelación del aeropuerto de Texcoco, la compra de plantas de electricidad con poca vida útil, entre otros.

Cada vez que puede el presidente insiste en la terquedad de que se alcanzará la autosuficiencia en combustibles, cuando no es posible producir más petróleo bajo las condiciones actuales y menos mantener la viabilidad de Pemex con la deuda más grande entre las petroleras del mundo y menos con vencimientos de corto plazo de montos considerables (18 mil millones antes de terminar 2023) y como si faltara algo para empeorar el mundo dantesco que está padeciendo esta empresa productiva del Estado, dos de las calificadores de deuda más importantes del mundo acaban de reducir su calificación a Petróleos Mexicanos, aunque diga el presidente que esto no afecta.

La realidad es que cada vez le cuesta más a Pemex conseguir dinero fresco a través de préstamos o venta de bonos, porque los grandes inversionistas y bancos del mundo, consideran que es de alto riesgo canalizar un dólar a la exparaestatal y si lo hacen, será con una tasa de interés muy alta. La desestimación por parte de AMLO a la reducción de la calificación que hicieran Fitch Ratings y Moody’s es irresponsable y temeraria.

Los escasos esfuerzos que hace la empresa que dirige el ingeniero agrónomo Octavio Romero para recomponer el rumbo, son cortoplacistas y de coyuntura porque en lugar de permitir la participación del capital privado para la extracción de petróleo y descubrimiento de nuevos yacimientos en aguas profundas, se dio un salto al pasado al pretender llevar a Pemex a épocas de hace 50 años en donde el Estado mantenía el monopolio del sector.

Lo hemos dicho hasta el cansancio, con AMLO no solo no se alcanzará la soberanía en combustibles, es decir, que se dejarán de importar gasolinas, sino que el problema se recrudecerá a tal nivel que la fragilidad financiera de Pemex será una bomba de tiempo para México, ya que no podrá hacer frente a sus compromisos de deuda y pago de intereses.

En momentos en que el mundo camina a una velocidad sorprendente por el consumo de las energías limpias, el gobierno de López Obrador se aferra a promover el consumo de combustibles fósiles con la construcción de la refinería Dos Bocas, que a un año de su inauguración, no ha procesado un litro de gasolina y cuando algún día se concluya la planta, ya se habrán gastado más de 18 mil millones de dólares para atender una demanda que va a la baja.

En cuanto a la autosuficiencia alimentaria, la cosa está peor por la mala administración que ha hecho el gobierno de la 4T en este sector y que ocasiona el incremento de las importaciones de productos agrícolas que en lo que va del año crecieron 9.25 por ciento.

Al cierre de mayo, el valor de las compras fue de 18 mil 682 millones de dólares, cifra que se ha incrementado desde 2021, de acuerdo a datos del Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP).

La falta de políticas públicas para reducir las importaciones es más que evidente, verbigracia, la entrega de fertilizantes es deficiente y los precios de garantía no incentivan la producción interna nacional.

Dicen los expertos que el país sigue siendo muy dependiente, porque no ha logrado tener una política que aumente la productividad y la rentabilidad de granos y oleaginosas.

Lo grave es que ya van casi cinco años de este gobierno y vamos como los cangrejos, con justificaciones absurdas del fracaso al culpar al pasado o a personajes malévolos que son producto de los delirios y de los fuegos artificiales que se lanzan a diario desde las mañaneras.

COLUMNAS ANTERIORES

Solo ella es la única responsable
Va en serio el combate a los criminales

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.