En pleno embate de la pandemia provocada por Covid-19 en 2020-2021 y cuando ya estaban a disposición de los gobiernos las vacunas respectivas, AMLO se agenció el derecho al monopolio del antígeno, figura que sigue en vigor hasta el día de hoy, ya que ningún nivel de gobierno que no sea el federal y menos la iniciativa privada puede importarlas.
Ante el inminente repunte de otra ola de Covid y que se recrudecerá en la medida que vengan el otoño y el invierno, el presidente López Obrador hizo otra promesa que seguramente quedará en eso, al señalar que estarán a disposición de los mexicanos todas las vacunas que están autorizadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, además, anunció que ya todos los interesados la podrán importar.
La única vacuna que aplica el sector salud es la cubana, la Abdalá, que además de carecer del aval de la OMS, solo es útil para combatir a la cepa original del virus, pero de ninguna manera sus variantes.
Mientras los laboratorios que producen la vacuna Moderna y Pfizer, ya distribuyen su refuerzo bivalente y que se aplica gratuitamente, por ejemplo, en la Unión Americana, aquí, con el gobierno de la 4T tratan de inmunizar a la población con el producto cubano.
En lo que respecta a la población mundial y en especial a la infancia, juventud y adultos, además de los sectores de la población con comorbilidades, ya se les aplican las vacunas mencionadas y refuerzos correspondientes en todos los países que tiene posibilidades de adquirirla, menos en México, porque así lo dispuso AMLO y su ‘Doctor Muerte’ (Hugo López-Gatell).
En estos momentos, tal como lo advirtió la UNAM, hay un repunte en los contagios por Covid, por fortuna, aparentemente no es tan agresivo como otras cepas, sin embargo, la velocidad de mutación del virus mantiene alerta a la OMS, al tiempo que ya se hacen pruebas de laboratorio en los países más desarrollados del mundo, para anticiparse a ese escenario, en tanto aquí, el presidente anunció que ya viene la vacuna Patria, que cuando esté lista, no servirá para gran cosa, porque el bicho a combatir ya no existe en su versión original.
El criterio electorero para sacar raja política de la vacunación a la población, predominó en las políticas públicas que se instrumentaron durante la pandemia y el resultado fue el fallecimiento de 800 mil mexicanos.
La inmunidad del rebaño salió muy costosa para los mexicanos, a tal nivel que el gobierno de AMLO fue reprobado por la gestión de la pandemia.
Lo malo es que la situación se mantiene igual en el sentido de que seguimos sin estar preparados para repeler otro embate del Covid, porque no se tienen vacunas aprobadas por la OMS y sus refuerzos respectivos; y menos se tiene la oportunidad de que el sector privado de la salud pueda importarlas, no obstante las promesas presidenciales.
El gobierno seguirá capitalizando políticamente el monopolio de las vacunas contra el Covid, porque el próximo año será eminentemente de confrontación política por la elección presidencial y la renovación del Congreso.
Así que no le sorprenda que la mentira seguirá siendo su modus operandi del principal huésped de Palacio Nacional y que ni tendremos acceso a las vacunas y refuerzos de Moderna y Pfizer y menos de buscarlas en alguna institución privada.
Resulta increíble que el gobierno del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, haya autorizado vacunar con antígenos avalados por la OMS a más mexicanos de la tercera edad, niños y jóvenes, que el propio López Obrador, quien por los acuerdos en lo oscurito que realiza con el sátrapa cubano Miguel Díaz-Canel, logró que tengamos la Abdalá a nuestra disposición, que a decir de los expertos sirve para dos cosas, pero no para tener la inmunidad deseable que permita evitar daños mortales y secuelas de por vida, causadas por el bicho de origen chino.
La espada de Damocles pende sobre los mexicanos más vulnerables porque están en alto riesgo de volver a contraer el Covid en una versión evolutiva y están desprotegidos por el gobierno de López Obrador, ya que no tienen las vacunas que requiere el grueso de la población y menos las capacidad hospitalaria del sector público que, a duras penas, se da abasto para atender otros padecimientos que aquejan a la “raza de bronce”.