Nunca Chiapas había padecido una crisis de inseguridad y violencia como la que vive hoy ante la irrupción de los cárteles de la droga, que disputan el control de la región, y la complicidad, por la pasividad y omisión, de las autoridades de los tres niveles de gobierno.
Miles de chiapanecos se encuentran desamparados y a expensas de lo que ordenen los criminales, y de la violencia generalizada que se ha extendido en buena parte del estado.
Y lo más grave es que no hay para cuándo cese la violencia en esa entidad, además de que el presidente López Obrador minimiza el problema, al tiempo de soslayar los reclamos de la Iglesia católica que exige paz y seguridad.
Está la palabra presidencial contra la cruda realidad con la que se despiertan los chiapanecos, quienes además de estar azotados por la pobreza y la marginación, ahora son desplazados por los migrantes y por los cárteles de Sinaloa y CJNG, que se enfrentan a muerte por apropiarse de la ruta de las drogas, migrantes, armas, tratantes de mujeres y niños.
Y por si faltara un ingrediente más para agravar todo, tienen al gobernador más inepto de su historia y vaya que han tenido muchos, el morenista Rutilio Escandón, quien es un florero en medio de la sala ensangrentada.
El góber brilla por su ausencia en poblaciones como Comalapa o Siltepec, aunque en las zonas conflictivas de la entidad que desgobierna ni se aparece, y ello ha sido una constante a lo largo de los cinco años que lleva como gobernante.
Chiapas está sometida al yugo de los criminales, unos que están en el bando de los cárteles de la droga y otros, de cuello blanco, que están enquistados en el gobierno estatal.
Menuda herencia le dejará Rutilio a su sucesor o sucesora y a la próxima presidenta de México, ya sea Claudia o Xóchitl, ya que para revertir el gravísimo problema de violencia e inseguridad por la que transita esa entidad, deberán pasar varios lustros.
Un estado agobiado por la pobreza y la marginación que ha sido cuna de movimientos armados contra el gobierno federal como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en tiempos de Carlos Salinas de Gortari, y de los primeros contingentes de paramilitares que se constituyeron al margen de la ley para defender a los potentados de los delincuentes.
Una entidad rica en recursos naturales, en contraparte, ha tenido gobernantes que han sumido más a los chiapanecos en la miseria y la ignorancia y ahora, vive en la peor crisis de seguridad y violencia de su historia.
El 78 por ciento de la población de Chiapas vive en pobreza extrema; la entidad tiene el primer lugar en el país en muerte materno infantil; el primer lugar en infección del sida; el 84 por ciento de sus niños y adolescentes viven en estado de marginación; la economía mantiene una tendencia negativa del -2 por ciento.
Se cayó la producción de café y de maíz. Tiene una deuda pública de 40 mil millones de pesos y ocupa el primer lugar nacional en rezago educativo.
Estos son solo algunos de los indicadores negativos que presenta Chiapas y como ya lo mencionamos, el grado de atraso y pobreza que lacera a su población se mantendrá por largo tiempo.
Ni el PRI, ni PVEM y ahora Morena han podido con el paquete; de hecho ahora se está peor que nunca y ello ha llamado la atención en otras latitudes del mundo, donde alarmados y perplejos observan a una región de México en estado permanente de guerra.
La crisis migratoria, sin parangón en la historia contemporánea, ha inundado de centroamericanos y de otras nacionalidades, incluso fuera del continente americano, a Chiapas, que, además de tener sus “propios pobres”, ahora se han asentado varios miles más por los flujos migratorios que dejan varados y la deriva a los más débiles.
Ante este dantesco escenario, el presidente minimiza la problemática regional azotada por la violencia, la inseguridad y la marginación y todo lo que ello conlleva y que por desgracia no solo estos problemas tienen patente de corso en esa entidad, sino que se generaliza en el resto del país.