Las obras faraónicas construidas bajo el sello de la 4T cumplen con la función de adornar el centro de la sala, pero en realidad no sirven para nada, y menos cuando se inauguran sin estar terminadas y sin operar en su total capacidad.
El ejemplo más grotesco que existe en este gobierno, es la refinería Dos Bocas, que fue inaugurada el 1 de julio del año pasado y que a la fecha no ha refinado absolutamente nada, no obstante que se llevan gastados en su construcción más de 18 mil millones de dólares.
Las obras que han sido producto de las ocurrencias no producen nada positivo para el grueso de la población, y ese es el caso también del AIFA, el aeropuerto de AMLO, que trabaja con pérdidas ante el fracaso en su operación y por ello se canalizan anualmente del dinero de los impuestos más de 2 mil millones de pesos, no obstante los decretos que impulsan su operación y castiga al Aeropuerto Internacional de la CDMX.
La demanda no se activa por decreto presidencial.
Fracaso tras fracaso y ahora se inaugura el Tren Maya en solo un tramo, luego de la devastación de miles de hectáreas del sureste, además de destruir el ecosistema por donde cruza la vía, al tiempo de dañar los vestigios de la cultura maya que existían en la ruta.
La Auditoría Superior de la Federación, en donde cobra David Colmenares como titular, tiene documentados innumerables deficiencias administrativas y observaciones que dan cuenta del desvío de recursos públicos, y aunque se maquillan las cifras que arrojan las auditorías para no enojar al principal huésped de Palacio Nacional, los propios contadores de esta dependencia del Poder Legislativo, tienen las pruebas a la mano y están dispuestos a revelarlas.
El Tren Maya, AIFA y no se diga Dos Bocas, han procesado decenas de adjudicaciones directas que son del dominio público, a empresas fantasmas que, además de tener domicilios apócrifos, carecen del personal y del equipo para cumplir las especificaciones mínimas de los contratos firmados.
“El trenecito de la devastación y la inoperancia” tiene la bendición papal y con ello creen que van a operar los trenes con energías limpias y de milagro se habiliten las ventas digitales.
De hecho, el presidente inauguró ayer solo algunos tramos de vías y párele de contar, a decir de Pedro Uc Be, integrante de la Asamblea Maya de Defensores del Territorio Muuch Xiinbal.
Sin concluir las estaciones y con trabajadores y maquinaria por doquier, el presidente estrenó la obra parcial, ya que estará totalmente terminada en varios años más.
De hecho, las estaciones de los tramos 2 y 4, que se supone ya operan, carecen de las 14 estaciones que contiene el proyecto, amén de que los paraderos y obras complementarias que conforman la ruta están inconclusas, sin la señalética básica y menos los acabados, pero eso qué importa si ya puede pasar el presidente.
El acaparamiento de tierras aledañas a las estaciones por parte de familiares y amigos de connotados miembros de la 4T es otra peculiaridad de la obra.
Se acaba de realizar en Dubái la reunión mundial para revertir el cambio climático, la COP28, en la cual en una de sus conclusiones más significativas y aprobadas por los gobiernos de casi 200 países, está la “transición lejos de los combustibles fósiles”, como el petróleo, el gas y el carbón que calientan peligrosamente el planeta.
El reto es llegar al año 2050 con cero emisiones netas provenientes de los combustibles fósiles.
Esta tendencia irreversible mundial de utilizar las energías llamadas limpias o renovables, no se cumplió en la administración de AMLO, al construir una nueva refinería y basar su supuesta soberanía energética en la utilización del combustóleo y carbón, principalmente y mantener con alfileres la operación de las refinerías que tiene el país, porque operan a medias.
En lugar de haber utilizado los 18 mil millones de dólares, el costo hasta el momento de Dos Bocas, para el cuidado del medio ambiente y la salud de los mexicanos, se decidió por capricho presidencial, seguir alentando el uso de los precursores que dañan la capa de ozono y aceleran el cambio climático.
Dirán algunos y eso qué importa, sin embargo, hay que recordar los devastadores efectos de Otis en Acapulco, producto precisamente del cambio climático que causó muertes humanas y daños irreversibles en el puerto.