Desde San Lázaro

Ni como Noruega, ni como estaba antes

Un gobierno que se jactaba de poder configurar uno de los mejores sistemas de salud del planeta, en la realidad ha dejado en el desamparo médico a millones de mexicanos.

Con la desaparición del Insabi se ‘perdieron’, por lo menos, 2 mil millones de pesos, según datos de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), con lo que se demuestra que, además de resultar uno de los fracasos de la actual administración en materia de salud pública que dejó a la deriva a millones de mexicanos, se constituyó como uno de los mayores escándalos de corrupción de la 4T.

En los hechos, esos que contrastan con el México irreal que se esboza en las mañaneras, se comprobó que las decisiones tomadas por el jefe del Ejecutivo federal en materia de salud, fueron erróneas en detrimento de los sectores sociales más desprotegidos y de las arcas públicas que sufrieron una merma de por lo menos 250 mil millones de pesos con la operación de ese elefante blanco que fue el Insabi, creado con la finalidad de dar atención gratuita y servicios de salud y medicamentos a las personas sin seguridad social, como lo hacía el Seguro Popular.

Hay que recordar que también existía un Seguro Médico Siglo XXI, que tenía un fondo de mil 873 millones de pesos que se diluyeron al nacer el Insabi.

La promesa presidencial de tener un sistema de salud público similar al de Dinamarca, ahora para finales del sexenio, representa una de las mayores burlas para los más pobres, en virtud de que no solo se quedaron sin el Seguro Popular, sino también sin Insabi y con la casi nula posibilidad de ser atendidos por IMSS-Bienestar por la excesiva demanda que existe por acceder a la deficiente atención que brinda ese instituto.

Hay que decirlo con todas sus letras, el IMSS no se da abasto para atender toda la demanda de los derechohabientes y de otros sectores de la población que fueron metidos con calzador para ser atendidos como los jóvenes sin trabajo y los migrantes.

Si cuando empezó el actual sexenio, el IMSS ya era una institución rebasada por la demanda, ahora, cinco años y medio después está al borde del colapso, basta observar el insuficiente número de personal médico, de equipos y, por supuesto, el criminal desabasto de medicamentos.

Bueno, pues a ese IMSS que estaba en terapia intensiva se le trasladaron los restos del Insabi con las consecuencias antes descritas.

Esta es la realidad de un gobierno que se jactaba de configurar uno de los mejores sistemas de salud del planeta, cuando en la realidad ha dejado en el desamparo médico a millones de mexicanos y ahora está peor que en tiempos de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón.

Y si lo anterior fuera poca cosa, existe una estela de corrupción con la existencia del Insabi que con el paso del tiempo saldrán a la luz todas las tropelías que cometieron los servidores públicos que se despacharon a lo grande, empezando por Juan Antonio Ferrer.

De acuerdo con una nota publicada por el diario La Razón y firmada por Yulia Bonilla, la ASF reportó que el Insabi dejó una cuenta sin justificar de mil 909 millones de pesos por múltiples causas, entre las cuales destacan gastos no comprobados entre 2019 y 2022 y esta será otra herencia maldita para el IMSS-Bienestar, que tendrá que denunciar penalmente a los responsables.

Una de las razones que dieron pie al nacimiento del Insabi a finales de 2019 fue precisamente combatir la corrupción, garantizar el abasto de medicamentos y mejorar la planificación de los recursos en infraestructura médica y que al final fueron puras mentiras que encueraron la incapacidad del gobierno federal por suplir con éxito lo que destruyeron en tan poco tiempo.

Entre ocurrencias como la creación de la megafarmacia, se le fue el tiempo al presidente y ahora, a escasas 25 semanas de que se termine su gestión, todavía insiste en las mismas falacias que pronunció hace cerca de seis años.

El desmantelamiento de todo el sistema de salud pública que se tenía en 2018, ha causado la mayor crisis en este sector de que se tenga memoria y que, con la pandemia por covid-19, se recrudeció el problema que será uno de los mayores retos para la próxima presidenta de México.

De hecho, este gran escollo con el de la inseguridad pública, serán motivos suficientes para quitarle el sueño a la sucesora de AMLO y que tiene que dar resultados palpables los primeros 100 días de su administración, so pena de perder el capital político con el que iniciará su sexenio.

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