El tablero político se mueve en la víspera de las elecciones, con diversos sucesos que han ocurrido en los últimos días, sobre todo con el fatal desenlace tras la tragedia en el municipio de San Pedro Garza, Nuevo León, con el desplome del escenario en donde se celebraba un acto proselitista de Jorge Álvarez Máynez y el creciente clamor de sus correligionarios porque decline en favor de Xóchitl Gálvez o por lo menos, se haga a un lado para dar paso al voto útil que consolide a la oposición.
Vamos por partes, la celeridad con que Protección Civil del gobierno de Nuevo León exoneró a los responsables de la instalación del templete y del escenario, llama al sospechosismo, ya que, debido a sus dimensiones —más de 10 metros de altura— se debió poner “un andamiaje para dar inercia y estabilidad a la estructura en su conjunto”, empero, en el montado del evento de Máynez, se observó que las columnas instaladas a ambos lados del templete no estaban ancladas a la estructura de toda la base, por eso cuando se dejaron venir los vientos, se voló la estructura metálica que sostenía las luces, pantalla y techo sobre los asistentes. Fue una invitación al desastre.
Protección Civil contaba con información del pronóstico de lluvias y vientos atípicos en la sierra, justo a espaldas de donde se celebró el evento de MC y no solo no lanzó la alerta a la población, sino que autorizó la celebración del mitin proselitista, dejando un saldo de nueve personas fallecidas y más de un centenar de heridos.
Álvarez Máynez, Lorenia Canavati y Martha Herrera, aspirante al Senado, entre otros, salieron en estampida para ponerse a salvo, cosa que no lograron otros asistentes al evento.
Este percance, además de haberse podido evitar, encueró la fragilidad de un proyecto político que nació alentado por la traición hacia el bloque opositor, al desempeñar Máynez y Movimiento Ciudadano —léase Dante Delgado—, el rol de esquirol para reventar a Xóchitl Gálvez.
Bastó que la voz más reconocida de los naranjas, Luis Donaldo Colosio Riojas, pidiera la declinación del que fuera en tercer lugar en las encuestas, es decir Máynez, a favor del segundo lugar, para que la militancia naranja y varios de sus candidatos a otros puestos de representación popular, abandonaran el barco, unos, a los brazos del oficialismo, y los más, hacia la oposición conformada por el PAN, PRI y PRD.
Dejando por el momento huérfanos a aquellos ciudadanos que estaban convencidos de que pudiera ser una opción, si bien no competitiva, sí una alternativa de cambio, pero al ver el comportamiento del candidato de la franquicia naranja en el tercer debate presidencial, no han tenido otra opción que canalizar su intención de voto hacia la oposición.
Fue lamentable lo observado en el tercer encuentro de aspirantes a la Presidencia, en el cual Máynez no solo se le puso de tapete a Claudia Sheinbaum, sino que atacó con una actitud misógina a Xóchitl Gálvez.
Máynez, ya sin su peculiar y habitual sonrisa, dejará pasar los tres días que faltan para cerrar las campañas políticas, sin eventos públicos y con un evento de bajo perfil para cerrar una campaña de medios tonos, por no decir mediocre y que privilegió su asistencia a las dos entidades en donde gobierna MC y algunos encuentros con estudiantes y empresarios, en donde por cierto estaban invitadas también las otras dos candidatas; y párele de contar.
Con sus cinco minutos de fama, pretendió dinamitar a la oposición y aumentar los votos hacia Movimiento Ciudadano, en mi opinión no logró ninguno de los dos objetivos.
Su paso como congresista fue positivo, empero, como candidato presidencial dejó mucho qué desear, sobre todo porque se prestó a desempeñar el papel de patiño y de esquirol, triste rol para alguien que tenía un cierto futuro esperanzador en las lides legislativas.
Estamos en una semana de cierre de campañas y un brevísimo periodo de reflexión para dar paso a la elección del próximo domingo, en donde se dirime no solo a los próximos gobernantes, sino el futuro de la nación, y no es exagerado señalar que la disyuntiva está entre el camino de la instauración del totalitarismo, a través del caudillismo, o de la consolidación de la incipiente democracia mexicana.