Desde San Lázaro

AMLO, enemigo de Sheinbaum

Gracias a López Obrador, la presidenta electa enfrenta serios escollos no solo para iniciar su administración, sino para establecer las bases de la transformación.

No obstante que la presidenta electa tendrá un poder similar a sus pares priistas del pasado, el arranque de su administración será muy complicado debido, quién lo dijera, a los yerros y arranques revanchistas de Andrés Manuel López Obrador, quien con un ánimo vengador y nostálgico de la pérdida inminente del poder ha pretendido dar un golpe de timón para someter al Poder Judicial y, de paso, aniquilar a los organismos autónomos que tanto le estorbaron durante su administración.

Estas medidas provocaron la devaluación del peso, al tiempo de alejar a los inversionistas y provocar una turbulencia financiera y de credibilidad que ha puesto bajo la lupa de las calificadoras internacionales al país, que ya consideran la degradación como una alternativa real.

La condena de nuestros principales socios comerciales, Estados Unidos y Canadá, es consecuencia natural de los arranques totalitarios del tabasqueño.

AMLO ha reaccionado como si hubiera ganado Xóchitl Gálvez la elección presidencial, porque desde el 3 de junio se dedicó a impulsar la reforma judicial, sin importarle las consecuencias que están a la vista y que pone en serio predicamento el accionar de su sucesora, que tendrá que remar a contracorriente para estabilizar un barco que está a la deriva.

De qué le sirve tener el control total en ambas cámaras legislativas federales a la doctora, si de suyo, ello no alcanza para detener el deterioro de los principales indicadores macroeconómicos, de la devaluación y de la inflación, a menos de que detenga la reforma judicial, en los términos que está redactada y cuya piedra angular es la elección directa de los jueces, magistrados y ministros.

A un mes de que se vaya AMLO a su finca de Tabasco, pensarían algunos conservadores que sería mejor que ya le cediera los bártulos a Claudia Sheinbaum para que recomponga el rumbo. Sin embargo, esa postura está muy lejos de que se haga realidad, toda vez que no cederá ni un ápice, ni un día, esa facultad constitucional que le permite ejercer el poder hasta el último segundo del 30 de septiembre.

Es decir, para aquellos que han visto ciertas señales en la mayoría legislativa morenista y aliados de que la reforma judicial podría sufrir un impasse, mientras se aclaran las cosas, pues les diremos que están equivocados, porque el presidente va con todo para que aprueben al vapor la reforma judicial que dejará como una de sus principales damnificadas a la propia presidenta de México, ya que no es lo mismo arrancar su sexenio sin grandes obstáculos que resolver de inmediato una crisis económica y el riesgo de que se desvanezca la gobernabilidad entre sus manos.

La creciente protesta de los estudiantes de derecho de diversas universidades públicas y privadas y de los trabajadores del Poder Judicial son tan solo la punta del iceberg, que refleja el malestar en diversos sectores de la población que se han visto afectados por el pésimo gobierno de López Obrador.

El espejismo que representa haber ganado con el apoyo popular de casi 36 millones de mexicanos confunde a los nuevos gobernantes en la toma de decisiones, porque no consideran que 74 millones de personas no votaron por Claudia Sheinbaum, además de que, per se, las mayorías no tienen la razón por el simple hecho de serlo.

El derroche del capital político de la primera mujer presidenta ya inició al respaldar la reforma judicial e impulsar la imposición de una sobrerrepresentación en ambas cámaras por arriba de lo que dispone la Constitución. Ya que una cosa es la abyecta sumisión de los consejeros del INE y de los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y otra el espíritu del constitucionalista que buscó darle voz a las minorías con el 8 por ciento de sobrerrepresentación máxima que debe tener una coalición.

Flaco favor le hicieron los magistrados electorales a la presidenta, porque impidieron que por la vía institucional las minorías tengan espacios para manifestar sus inconformidades y canalizar sus descontentos. Ahora, solo tendrán la calle como tribuna para sus protestas, plantones y todo tipo de manifestaciones que pondrán en serios aprietos al nuevo gobierno.

Gracias a López Obrador, la presidenta enfrenta serios escollos no solo para iniciar su administración, sino para establecer las bases de la transformación que, por cierto, no se puede edificar sobre cimientos que están podridos por la ineptitud, la corrupción y la impunidad; por lo que ella deberá dar un nuevo rumbo al país, con la redirección de todas las políticas públicas que tienen que ver con la seguridad pública, salud, educación, economía, inflación, sustentabilidad, independencia energética y alimentaria, finanzas públicas, entre otras tantas.

Mientras que AMLO gobernó con mentiras, solo basta escudriñar en su discurso de ayer. Claudia Sheinbaum enfrentará la cruda realidad que se ha complicado más por los arranques caprichosos y revanchistas de un presidente que no midió las consecuencias de sus actos en el nuevo gobierno.

COLUMNAS ANTERIORES

Pausan momentáneamente la reforma al Infonavit
¡Atásquense que hay lodo!

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.