Se llena la boca el presidente cuando denuncia al Poder Judicial del nepotismo que existe entre los jueces, pero cuando se trata de sus hijos, pues se queda callado, aunque ahora a unos días de que termine su mandato se atrevió a revelar que su hijo ‘Andy’ buscará una posición en la estructura de Morena, en momentos que se aprestan a relevar sus cuadros directivos con la salida de Mario Delgado.
“Quiere Andrés ayudar a consolidar a Morena y para ello tendrá que ser elegido”, aclaró el mandatario.
Así como José López Portillo, cuando fue presidente (1976-1982), nombró a su hijo José Ramón como subsecretario, aludiendo que su vástago era el orgullo de su nepotismo, así como ahora también lo ha hecho AMLO a 20 días de que deje el cargo, no con una declaración cínica como la de Jolopo, pero sí con la intencionalidad política para lanzar un dardo venenoso al nuevo proyecto de gobierno.
En 1981, se defendía López Portillo por el nombramiento de su hijo al argumentar que “era parte de una libertad que nuestro sistema democrático me da, bajo mi responsabilidad personal, porque respondo de los parientes míos que realizan una función pública”, podría decirse que es “el orgullo de mi nepotismo”, se jactaba el dueño de la ‘Colina del perro’.
Podrán decir algunos, en descargo, que una posición partidista no se le puede negar a su hijo, pero para esos ilusos les diremos que la intencionalidad política del tabasqueño es precisamente incorporarlo a Morena en una dirección de poder, se habla de la Secretaría General o alguna cartera del Comité Ejecutivo Nacional, para que, desde ahí, empiece a construir su camino, con el control de esa franquicia, hacia la candidatura presidencial.
De hecho, varios consejeros tabasqueños de ese partido impulsan su candidatura.
El presidente aludió a un compromiso de que sus hijos no participaran en política durante su sexenio y dice que lo cumplió, aunque nada dijo del tráfico de influencias del que han sido denunciados por diversas organizaciones de la sociedad civil y periodistas.
Claro que puede hacer eso y más el presidente, al fin y al cabo se cree dueño del gobierno, de Morena, del Poder Judicial y del país, aunque eso de impulsar a su hijo desde ahora para que sea el sucesor de Claudia Sheinbaum, sin el mayor recato y cuidado de las formas y del respeto que le debe a la próxima titular del Poder Ejecutivo nacional, pues habla en mucho de la creencia que podrá mangonear a quien se deje.
Recordar es vivir. Durante 2022, el presidente López Obrador estuvo internado por varios problemas serios de salud que lo obligaron, incluso, a escribir su testamento político que buscaba garantizar la continuidad de la transformación y evitar la ingobernabilidad, en el que incluyó una sugerencia sobre quien podría ser su sustituto, en caso de faltar, aunque en ese momento no se conoció el nombre.
“Cuando iba a ser intervenido por el cateterismo y por responsabilidad, agregue un texto, por si fallecía para actuar responsablemente”.
El presidente fue diagnosticado con gota, hipertiroidismo y angina inestable de riesgo grave y, por ello, al sentir la calaca de cerca dictó su testamento político, en el cual apuntaba a dos personas para quedarse al frente de la Nación, a decir de sus cercanos, Claudia Sheinbaum y José Ramón López Beltrán.
Y ahora con los últimos acontecimientos, se confirma esta versión, ya que, por un lado, será la doctora su sucesora, al ganar abrumadoramente la elección presidencial y Andy su relevo en el 2030.
Como siempre, qué necesidad tenía AMLO de presumir su nepotismo, si tan solo bastaba esperar unos días a que, durante el proceso de renovación de Morena, se anunciara el nombramiento de su vástago.
Para aquellos ingenuos que le creen a Andrés Manuel que a partir del 1 de octubre se alejará de la política, esta es otra señal de que mantendrá el pleno control de su partido Morena con la inclusión de su hijo en el nuevo Comité Ejecutivo Nacional, además, claro está, de que intentará dictar indicaciones al más alto nivel, aunque esto dependerá de qué tanto le harán caso.
Para López Obrador, la ruta del obradorato rumbo al 2030 está muy clara; falta ver cómo se despedazan las tribus morenistas en el larguísimo lapso de tiempo que falta para esa fecha y cómo los nuevos actores políticos afines a la presidenta se colocan en las posiciones políticas para que, llegado el momento, sean incorporados en la pasarela de elegibles.