Desde San Lázaro

Monarquía constitucional o autocracia

Estamos a unas horas de que termine el régimen democrático y la separación de poderes que prevalece en México para dar paso a la monarquía constitucional o a la autocracia.

Estamos a unas horas de que termine el régimen democrático y la separación de poderes que prevalece en México para dar paso a la monarquía constitucional o a la autocracia, en donde la presidenta Claudia Sheinbaum se convertirá en emperatriz o la superpresidenta que concentra todo el poder, además del control absoluto del Poder Legislativo y del Judicial.

De ese tamaño es el impacto que representa la iniciativa denominada supremacía constitucional para impedir que cualquier adición o reforma a la Carta Magna sea impugnada a través de controversias, acciones de inconstitucionalidad o amparos, que se promueve en el Senado por las bancadas de Morena, Partido Verde y PT.

Ya no solo se trata de elegir por voto directo y popular a los próximos juzgadores, sino de aniquilar al Poder Judicial y cerrar toda posibilidad de que ocurra una alternancia en el poder.

Con estas modificaciones constitucionales, la presidenta podrá promover cualquier reforma constitucional, sin obstáculo para ello, y nadie podrá revertirla.

Ni los legisladores opositores, ni los ministros, magistrados o jueces podrán quitarle ni siquiera una coma a esas nuevas reformas constitucionales que conformarán la nueva Carta Magna de la 4T que evoluciona a una auténtica autocracia, en donde todo el poder se concentra en una sola persona.

Autocracia o monarquía, para el caso es el mismo; los infinitos poderes de la jefa del Ejecutivo federal aniquilarán cualquier intento de insubordinación a sus deseos, propósitos e intereses.

Con la supremacía constitucional que se promueve ahora en el Senado, ni siquiera estaríamos emulando, por ejemplo, a España que tiene una monarquía parlamentaria, en la cual el rey es el jefe de Estado, pero se rige bajo la figura de un Estado democrático y con auténtica separación de poderes.

Esta extraordinaria concentración de poder sin duda fortalece al oficialismo, pero compromete la estabilidad económica, social y política de México, toda vez que los mercados y los inversionistas, además de nuestros principales socios comerciales, se retiran de un régimen que tiene el control absoluto sobre el orden constitucional, lo que representa que ante cualquier controversia, el gobierno siempre tendrá la razón, trátese de una expropiación, de una estatización o el retiro de cualquier tipo de concesiones.

Podrá meter a la cárcel a quien quiera y justificar la represión y la violación a los derechos humanos de cualquier opositor.

México ya no vivirá bajo un régimen democrático, sino en un híbrido en donde predomina la autocracia con dos remedos de poder, como serán el Legislativo y el Judicial.

De hecho, existe una corriente mundial sobre la construcción de autocracias regionales que simulan basarse en un régimen democrático, pero en la realidad tienen el control de todo el aparato electoral para ganar las elecciones.

De igual manera, mantienen el absoluto control de las Fuerzas Armadas y cooptan mediante negocios lícitos e ilícitos a los empresarios más relevantes del país y, con ello, establecen un nuevo status quo del gobierno autocrático.

Tienen razón. México ya cambió, pero dio un salto al vacío al destruir el régimen democrático, la separación de poderes y el respeto a los derechos fundamentales.

La falacia de todo para el pueblo y por el pueblo, se refiere solamente a justificar el control total del Estado.

En tan solo 25 días se reveló la verdadera intención del nuevo gobierno que solo vela por sus intereses y deja al margen los intereses supremos de la población, que, en realidad, será la afectada por estas decisiones.

Veremos en el corto plazo cómo se comportan los mercados, la relación del peso con el dólar, la inflación, el PIB, el flujo de inversiones extranjeras y la eventual degradación de la deuda por parte de las calificadoras internacionales.

Todo el poder estará asentado en un pueblo más pobre del que recibió Claudia Sheinbaum y ello, de suyo, complicará, sin duda, la gobernabilidad.

El gobierno de Estados Unidos está concentrado en los conflictos bélicos del Medio Oriente, en Ucrania, las Coreas y los equilibrios geopolíticos; además, por supuesto, de la elección presidencial del próximo 5 de noviembre. Aunque también están muy atentos a lo que ocurre con su vecino y, no dude, estimado lector, que pronto vendrán “los golpes del imperialismo” para aquietar las ansias antidemocráticas del nuevo gobierno mexicano.

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