El encuentro celebrado el día de ayer entre la presidenta de México y la plana mayor del INE, comandada por Guadalupe Taddei, sirvió para dos cosas: una, reiterar la sumisión de ese organismo a los designios de Claudia Sheinbaum, por lo que la autonomía y supuesta independencia con la que debe trabajar el Instituto ha quedado en el olvido; dos, la elección judicial se llevará a cabo con dinero o sin él, en virtud de que los resultados de la farsa ya los conocemos desde ahora, con un grosero abstencionismo y la selección de juzgadores afines a la 4T.
Para qué dilapidar el dinero público en una elección que está viciada desde el inicio y que, por sus complicaciones de logística, selección de candidatos y jornada electoral, será uno de los mayores fracasos de la presidenta, y ello, apenas en el arranque de su sexenio.
La democracia ha sido arrastrada por la autocracia impulsada por AMLO y ratificada por su sucesora, por lo que las instituciones que velan por el régimen democrático han pasado a mejor vida, tal como se concibieron, y ahora tan solo son una dependencia de la Secretaría de Gobernación que comanda Rosa Icela Rodríguez.
Por ello, tanto el INE como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación han dejado de ser las piezas más relevantes de todo el engranaje electoral que tenía el país hasta el año pasado.
Tanto la creación de mayorías calificadas artificiales en el Congreso federal, avaladas por las autoridades electorales federales, así como la plena subordinación de Guadalupe Taddei y esbirros que la acompañan al Poder Ejecutivo, han colocado al INE en la antesala de su desaparición como una instancia ciudadana electoral, para colocarla en la estructura orgánica de la Segob.
El recorte presupuestal de 8 mil 855 millones de pesos que ha sufrido el organismo electoral para 2025 es tan solo una prueba más de la inoperancia que tiene para organizar las elecciones de gran envergadura como las del año pasado y que, ahora, se le ha cercenado esa capacidad organizativa.
El INE ha quedado como un remedo del instituto electoral que operaba en tiempos del PRI y que dependía totalmente de la voluntad del presidente de la República en turno.
Tal como sucedió en 1988 con el fraude electoral que se orquestó desde la Secretaría de Gobernación, comandada en ese entonces por Manuel Bartlett, quien, mediante la artimaña de tumbar el cómputo electoral, le arrebató el triunfo en las elecciones presidenciales al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas; ahora ocurre lo mismo, al pasar por alto las múltiples y flagrantes violaciones a las leyes electorales en torno al uso de recursos públicos en la promoción electoral de los candidatos de Morena y rémoras a diversos cargos de elección popular, entre ellos, la misma Presidencia de la República.
Los programas sociales con tintes electorales fueron la piedra angular del triunfo de la doctora y de la victoria en el Congreso.
Desde luego, al no haber alcanzado las mayorías calificadas con los votos en las urnas, se operó en el INE y en el Tribunal Electoral para conformarlas artificialmente y con ello disponer de un Poder Legislativo a modo de la autocracia.
Desde el Ejecutivo y con apoyo del Legislativo van al abordaje del Poder Judicial con la elección de juzgadores que desorganiza desde este momento el INE.
Con los resultados de los comicios de junio próximo, la presidenta Sheinbaum tendrá el total control del poder de la Federación y con ello, regresaremos a los tiempos del RIP (PRI) hegemónico que gobernó por más de siete décadas.
En este contexto, el pataleo que hagan Taddei y sus subalternos por más presupuesto es irresponsable y cínico, ya que para cumplir con sus nuevas encomiendas no necesitan un presupuesto multimillonario, sino, al contrario, tan solo cobrar su sueldo y esperar las instrucciones para dirigir los resultados de las elecciones.
El actual INE debería desaparecer y destinar los recursos públicos que lo mantienen a atender otras necesidades, eso sí, “más urgentes”, para paliar la pobreza y marginación en la que vive más de la mitad de los mexicanos.
No se requiere un INE como está en estos momentos, plenamente socavado y manejado por el Ejecutivo; para ello, sería mejor crear una Dirección General en la Segob y párele de contar.
Ante el avance del totalitarismo en México, luego nos quejamos del resquemor que prevalece en Donald Trump por la proclividad que tiene el gobierno mexicano por parecerse a las dictaduras bananeras de la región, en particular de Venezuela, Cuba y Nicaragua.