Desde San Lázaro

Plan México, carta de navegación a una nueva era

Mientras con el Plan México se busca impulsar el crecimiento económico para reducir la pobreza y la desigualdad, con AMLO se privilegió una visión estatista y retrógrada.

El Plan México tiene el sello distintivo de alguien que tiene una visión sustentable, humanista e inclusiva en las tareas de gobernar para romper el estancamiento económico que prevalece en el país.

Marcelo Ebrard citó durante la presentación del Plan algunos puntos que esclarecen la visión de la presidenta Claudia Sheinbaum en la conformación de esta hoja de ruta económica para los próximos seis años.

El titular de la Secretaría de Economía lanzó varios cuestionamientos en el acto respectivo. ¿Qué queremos hacer para llegar a buen puerto? ¿Quién lo va a hacer? ¿Cómo lo vamos a hacer? ¿Y cuáles son las metas específicas en tiempo que debemos cumplir? “De los 42 años que llevo yo en el servicio público, es el único instrumento que he visto así tan pronto, casi dictado por la Presidenta. Se recuerda todas las cifras, nos ha corregido la mayor parte de las metas, nos ha preguntado detalles que a veces ni siquiera nosotros hemos visto. Entonces ha sido una muy grata experiencia participar con ella en la elaboración de este documento”.

La mano del sector privado nacional y los secretarios de Desarrollo Económico de las 32 entidades federativas también participaron activamente en la conformación del documento final.

El Plan México no es una estrategia reactiva para contener las amenazas vertidas por Donald Trump, sino una propuesta proactiva para incentivar la planta productiva nacional, generar empleos y captar grandes inversiones, entre otras metas.

Las comparaciones son odiosas y más cuando se trata de dos proyectos de gobierno muy similares. Mientras con el Plan México se busca reducir la pobreza y desigualdad, impulsar el crecimiento económico y fortalecer el bienestar de todos los mexicanos, todo ello con base en un programa económico muy ambicioso que tiene como piedra angular la participación de la iniciativa privada; con AMLO se privilegió una visión estatista y retrógrada.

Las metas del Plan México son muy ambiciosas y no menos realistas, aunque, con que se concreten algunas de ellas, nos damos por bien servidos, luego del desastre heredado.

Marcelo Ebrard, Altagracia Gómez y otros funcionarios mostraron ingenio y creatividad en la conformación del Plan México, que, aunado a la voluntad política de la Presidenta por sacar al buey de la barranca, ha construido una alternativa muy diferente a la trazada por su antecesor.

Eso de entrar al grupo de las 10 economías más grandes del mundo suena precioso, pero para lograrlo se requieren cuatro condiciones básicas, como son: fortalecer el Estado de derecho, asegurar la demanda energética que requiere la planta productiva, seguridad pública y, por supuesto, contar con la mano de obra calificada.

Mientras no se trabaje en estos cuatro ejes, será imposible concretar las metas que establece el documento.

Otros elementos torales del Plan México son alcanzar 100 mil millones de dólares en inversión extranjera directa por año; la creación de 1.5 millones de empleos adicionales en los sectores de manufactura especializada y en sectores estratégicos; garantizar que el 50 por ciento de la proveeduría y el consumo nacional sean hechos en México en los sectores textil, calzado, inmobiliario y juguetes.

Agregar el 15 por ciento de contenido nacional en las cadenas globales de valor; establecer que el 50% de las compras públicas sean de productos nacionales; la producción y envasado de vacunas en México.

Reducir la tramitología; acceso a planes de financiamiento, al menos 30 por ciento de pequeñas y medianas empresas; la formación de 150 mil profesionistas; impulsar la ciencia y la tecnología y aprovechar las energías limpias y acciones de impacto comunitario.

Esta relación de metas pasa más por la óptica ‘neoliberal’ y no por la visión de un gobierno populista de izquierda.

En cualquiera de los casos, el Plan México establece una ruta perfectamente delineada para retomar el crecimiento y la inclusión social.

Veremos en los próximos años qué tanto se alcanzaron las metas referidas y qué es lo que se quedó en el tintero de la demagogia.

La precariedad de las finanzas públicas tiene muy restringido al nuevo gobierno en cuanto al establecimiento de nuevos programas que impulsen el crecimiento económico y social y que requieren recursos etiquetados que no vemos en el Presupuesto 2025.

Este año servirá para reducir el déficit y establecer un gobierno que funcione más como un facilitador que como un empresario, tal como se ha hecho con la creación de empresas públicas como Mexicana de Aviación, que es el prototipo del fracaso del gobierno en tareas empresariales.

Hemos dicho en otras participaciones que el alto perfil profesional de algunos colaboradores cercanos de la doctora Claudia Sheinbaum produce este tipo de planes que son viables y representan un golpe de timón para redirigir el rumbo de México hacia un crecimiento sostenido y sustentable.

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