Desde San Lázaro

Aranceles e intervención quirúrgica militar

Con la cooperación del gobierno mexicano o sin ella, se prepara desde Washington el camino para capturar o aniquilar a los criminales mexicanos de gran envergadura.

La pregunta no es si el presidente Donald Trump va a aplicar aranceles a productos mexicanos, sino cuándo lo hará y para eso se deben preparar el gobierno mexicano y, por supuesto, los empresarios de ambos lados de la frontera.

La extorsión como método de presión tendrá más efecto, mientras la presidenta Sheinbaum no tenga en realidad un plan viable para contrarrestar los efectos de los aranceles que, de entrada, obligarían a replantear el T-MEC y la reciprocidad de aranceles a productos de Estados Unidos.

El fortalecimiento de la planta productiva doméstica y la búsqueda de nuevos mercados para los productos mexicanos tardará demasiado tiempo, en virtud de que, principalmente, la inversión extranjera muestra franca desconfianza ante las amenazas de Trump.

Incluso hay armadoras japonesas asentadas en México, como Nissan, que ya consideran mandar sus fábricas a Estados Unidos, aunque esto llevará tiempo y una gigantesca inversión.

Hay que entender que los equilibrios geopolíticos y económicos del orbe van a cambiar con las políticas del garrote de Trump que ya se vislumbran en el corto plazo y, por ello, no solo México, sino todos los países, deben establecer medidas proteccionistas ante el embate de la Casa Blanca.

Los nuevos bloques comerciales serán una realidad para enfrentar al tío Sam.

El plazo de un mes que pidió Sheinbaum Pardo a su contraparte norteamericana se cumplirá el 4 de marzo y, como van las cosas, tanto en materia de migración, combate a los cárteles del narcotráfico y el trasiego de drogas sintéticas como el fentanilo, no se ha hecho la tarea debido a que la problemática es muy severa por la inoperancia que tuvo AMLO en resolver ambos problemas. Al contrario, hizo todo lo posible para que los criminales ampliaran su poder y territorios; mientras que los migrantes ilegales, con el apoyo de las mismas autoridades mexicanas de migración, pudieron internarse en territorio nacional hasta llegar a la frontera norte.

La amenaza de aranceles al aluminio y acero no es nada para lo que están pensando en Washington para doblegar al gobierno mexicano, que, por desgracia, en estos momentos tiene muy pocas cartas para negociar.

Marcelo Ebrard tiene la capacidad y la experiencia para negociar y enfrentar a Trump y a su gente, pero ello no es suficiente cuando hay demasiados frentes abiertos del lado de México, como la insuficiencia de recursos públicos para enfrentar una eventual guerra comercial, en donde innumerables empresas mexicanas y empleos formales pagarán las consecuencias.

La presidenta requiere más funcionarios capaces y leales para cerrar filas en torno a las acciones de Trump y carece de ellos, amén de que la economía mexicana está sostenida por alfileres por la brutal dependencia económica que se tiene con nuestro vecino del norte.

Lo mejor que le puede pasar a México es buscar que el impacto de los mandarriazos trompistas sea absorbido con el menor daño para nuestro país.

En menudo lío estamos: por un lado, un gobierno mexicano con más poder que nunca, sin contrapesos, pero atrapado en la propia incapacidad y por la desastrosa gestión de AMLO que comprometió las finanzas públicas y se doblegó ante el crimen organizado; y por otro, a un populista supremacista de derecha que se cree la reencarnación del mismo Dios.

Los aliados tradicionales del gobierno norteamericano se tienen que defender ante las agresiones de Trump y ello, de suyo, obligará a replantear las nuevas alianzas comerciales y políticas.

Mientras ello suceda, China esperará pacientemente para acogerlos amorosamente.

En cuanto a la declaración de terroristas a los narcos mexicanos, diremos que tan solo es cuestión de tiempo para ver esas intervenciones quirúrgicas militares y de inteligencia para echarle el guante a los grandes capos y a los funcionarios públicos del más alto nivel que viven en franca connivencia con ellos, como es el caso, por citar solo uno, de Rubén Rocha Moya, mandatario de Sinaloa.

Con la cooperación del gobierno mexicano o sin ella, se prepara desde Washington el camino para capturar o aniquilar a los criminales mexicanos de gran envergadura.

Le conviene más al gobierno de Claudia Sheinbaum mostrarse cooperativo con Trump en esta cruzada contra los narcoterroristas.

Desde luego, el tema tiene muchas aristas de todo tipo, por la violación a la soberanía, autonomía de los pueblos, pero a estas alturas del partido, ello suena más como conceptos y pretextos románticos que enarbolan los gobiernos corruptos que permitieron que los criminales ampliaran su dominio y horizontes.

La estrategia de “abrazos, no balazos” de Andrés Manuel López Obrador fue una carta blanca a los delincuentes para delinquir y, bueno, las consecuencias están a la vista.

Desde luego, la intervención militar de los gringos no será con soldados y marines incursionando en territorio nacional, sino con tiros de precisión, inteligencia militar, congelamiento de los vastos recursos financieros de los capos y con enormes recompensas de billete verde por la cabeza de los malosos más poderosos de México, entre otras acciones.

COLUMNAS ANTERIORES

Noroña, entre el cinismo y la farsa
Luto nacional por los desaparecidos

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.