Desde San Lázaro

Priistas huérfanos y sin vergüenza

La presidenta nacional del PRI hace esfuerzos desesperados y loables por mantener la cohesión, pero lo cierto es que su liderazgo a diario se debilita y se cuestiona.

El desencuentro ocurrido entre gobernadores y senadores priistas con motivo de la Guardia Nacional sólo es un reflejo de la dispersión, confusión y orfandad que prevalece en ese partido luego que se diera el relevo presidencial en el país.

La salida de Enrique Peña Nieto dejó huérfanos a los militantes del tricolor, quienes no atinan a salir de la crisis en la que se encuentran.

Sin línea y sin rumbo navegan en el mar de la incertidumbre y en el peor de los mundos, ya que, por un lado, observan cómo López Obrador y Morena destroza la herencia del peñismo y, por otro, no logran constituirse como una oposición responsable que signifique un contrapeso al poder hegemónico del tabasqueño.

Tal vez hoy, más que nunca, se requieren partidos políticos de oposición que abanderen las causas de la población que se siente afectada por las decisiones autoritarias del nuevo gobierno.

Si bien es cierto que Claudia Ruiz Massieu, la presidenta nacional del PRI, hace esfuerzos desesperados y loables por mantener la cohesión, lo cierto es que su liderazgo a diario se debilita y se cuestiona, por lo que es menester adelantar los tiempos de la elección democrática de la nueva dirigencia para encaminarse rumbo a la elección intermedia.

Ya se habla de varios prospectos que pudieran tomar la estafeta de Ruiz Massieu, como José Narro, Ivonne Ortega y Alejandro Moreno, gobernador de Campeche; sin embargo, esta lista no corresponde necesariamente a los deseos de la militancia, aunque, dicen algunos, la terna no es nada despreciable.

Hay tesis de los ociosos que le dan cierto hándicap a Alejandro Moreno en virtud de su cercanía con el presidente López Obrador, lo que los priistas de cepa critican, y afirman que eso en lugar de ser un mérito es un tache que le resta posibilidades al campechano.

Lo cierto es que López Obrador no tiene posibilidades de meter las manos en el nombramiento del nuevo presidente del PRI. Esto no quiere decir que no lo intente, pero la corriente de priistas que se pronuncian a favor de un Comité Ejecutivo y un jerarca del partido totalmente independiente al tabasqueño y con un liderazgo entre los priistas y la sociedad a toda prueba, forman un frente que cada vez tiene más adeptos.

También no quieren que Peña Nieto siga manejando al partido, por ello se antoja harto difícil que José Narro sea el relevo natural de Claudia.

De esta terna la que cuenta con mayor respaldo entre la militancia es precisamente Ivonne Ortega, quien desde el anterior proceso de selección del candidato presidencial se apuntó e hizo una campaña nacional, lo que le permitió granjearse la voluntad de miles de priistas.

Después del desencuentro entre gobernadores y senadores terminó de fragmentarse la unidad, esa que tanto presumían los tricolores.

Ya los gobernadores priistas se pliegan a los deseos del presidente de la República. Ya los senadores de ese partido se montan en su macho y dicen no a la Guardia Nacional, tal como la quiere Andrés Manuel López Obrador.

Seguramente ganará la postura que alienta la creación de la Guardia, pero ello le habrá significado al PRI otro resquebrajo de proporciones mayúsculas.

El gobernador Alfredo del Mazo, a quien muchos lo veían como el priista más encumbrado y que pudiera aglutinarlos, de plano dio su brazo a torcer, y por lo menos en el tema de la Guardia Nacional, ya cedió.

Así ocurre con todos los demás mandatarios estatales emanados del PRI, y así pasa con aquellos priistas que prefieren recoger migajas de López Obrador, en lugar cerrar filas y con dignidad y valentía enfrentar el poder omnipresente y fascista del nuevo gobierno.

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