Análisis sin Fronteras

Fuerzas Armadas: Derecho y deber de decir NO al Presidente

El debate sobre la prolongación de la participación de las Fuerzas Armadas en seguridad pública resultó ser una estrategia política para debilitar a la oposición.

Inevitablemente un gobernante autoritario eventualmente usará -abusará- de las capacidades de las Fuerzas Armadas para mantenerse en el poder. Considero esta afirmación como una regla universal.

Y por esta razón, las democracias alrededor del mundo constantemente están buscando un delicado balance entre unas Fuerzas Armadas con capacidad de defender al Estado, pero respetuoso de los gobiernos civiles, democráticamente electo.

Y este balance no es fácil porque las democracias pueden ser caóticas, la elección de gobernantes no asegura liderazgos responsables, especialmente ante amenazas a la seguridad nacional y la integridad física del Estado y de la población. Pero lo más impredecible es cómo asegurar que gobernantes electos sigan respetando los procesos democráticos, las instituciones que proporcionan pesos y contrapesos, y sobre todo dispuestos a eventualmente a ceder el poder.

Por eso el reto más peligroso para toda democracia es la tentación que se les presenta a los gobernantes de abusar de las capacidades de las fuerzas armadas, ya sea por ambición, incapacidad o por temor a perder el poder.

Aun los pesos y contrapesos de la democracia estadounidense, con trabajo, funcionaron y detuvieron al peligroso Donald Trump, por ahora. Pero, en lo que fueron los últimos días de la administración trumpista, literalmente fue un grupo de generales, almirantes y civiles vinculados al Pentágono y a los organismos de inteligencia, quienes detuvieron las ambiciones del Presidente de Estados Unidos de un “autogolpe” para mantenerse en el poder. En otra entrega abordaremos estos eventos.

Este grupo de generales y almirantes que le dijeron no a las órdenes del presidente autoritario, su comandante en jefe, llegando a expresar en una carta pública su lealtad a la Constitución y no a un individuo. Ante las órdenes del presidente y en una carta manos del liderazgo de las Fuerzas Armadas. Esta serie de eventos, que han marcado la relación cívico-militar en ese país, lo documentaré en otra entrega.

Lo importante de la experiencia estadounidense y de otros países es que aun existiendo instituciones sólidas, una sociedad activa, un Estado de derecho respetado y un país que se rige por una cultura democrática no es suficiente. La coaptación de las Fuerzas Armadas por un gobernante autoritario y corrupto puede destruir democracias históricas e incipientes. De la misma forma, el liderazgo corrupto y autoritario de las Fuerzas Armadas puede destruir una democracia especialmente peligrosa cuando los generales y almirantes buscan compartir el poder político.

El actual debate constitucional en México sobre la prolongación de la participación de las Fuerzas Armadas en materia de seguridad pública resultó ser una estrategia política cuyo objetivo era debilitar a la oposición, no asegurar la integridad física de los mexicanos. Con esto, Andrés Manuel López Obrador politizó a las Fuerzas Armadas, involucrándolos abiertamente una estrategia de atacar y debilitar a los opositores del régimen.

Urge un protocolo para el liderazgo militar para enfrentar el embate y las presiones del ejecutivo para convertir a las Fuerzas Armadas en una herramienta política para controlar y mantenerse él o su sucesor en el poder. Algunas sugerencias:

1. Con regularidad recordarle al Presidente, a las clases política y a la población que la lealtad de las Fuerzas Armadas es a la constitución y al régimen democrático, no a los designios de un individuo o a un partido. La Constitución es el escudo que le permite al liderazgo militar decirle no al Presidente.

2. Las Fuerzas Armadas pueden y deben ser un factor de estabilidad y unidad nacional. Sobre todo, evitar y dejarse usar como un factor que polariza aún más al país y la población.

3. Entender y aceptar que eventualmente todas las tareas, que tradicionalmente han ejecutado los civiles, son decisiones y funciones temporales y eventualmente regresarán al ámbito civil. Incluyendo la responsabilidad de resolver la crisis de seguridad pública.

4. Promover el debate del futuro de las Fuerzas Armadas y cuál es su función en materia de seguridad nacional. Esto permite que a largo plazo se aseguren los recursos y elementos necesarios.

5. No participar en las estrategias electorales. La credibilidad de las Fuerzas Armadas se debe a su capacidad de mantenerse públicamente apolíticos. Esto permite que puedan cumplir su función principal en una crisis: ser una fuente de información y no desinformación política.

Para entender la importancia de estas sugerencias, perdonen que vuelva repetir lo que creo que es esta regla universal: inevitablemente un gobernante autoritario eventualmente usará -abusará-de las capacidades de las Fuerzas Armadas para mantenerse en el poder.

COLUMNAS ANTERIORES

La nueva ‘Guerra Fría’
Trump ayer, Trump hoy: Negociando con tiburones

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.